UN CARTUJO VIO A JESÚS ENOJADO CON EL MUNDO, Y LISTO PARA GOLPEAR SI NO HUBIERA INTERVENIDO LA SANTÍSIMA VIRGEN

(Aviso al lector: Alano no es el autor del siguiente Ejemplo, sino su discípulo que recogió sus escritos después de su muerte. Fue este Cartujo quien insertó este ejemplo, que tuvo lugar en el año 1479, hacia el final del año en que este libro fue impreso. Alano, por desgracia, había muerto cuatro años antes).
 

Un Cartujo, muy devoto y ferviente de la Madre Gloriosa de Dios, todos los días, en su tiempo libre, rezaba el Rosario de la Virgen María, y meditaba los Misterios. Una vez, después de la Hora de Completas, después de haber recitado y meditado muy devotamente el Rosario, sus ojos pesaban para dormir, y él, durante mucho tiempo secuestrado en espíritu, fue llevado a un Palacio real y solemne, donde vio una gran multitud con magníficas túnicas. Vio al Rey Jesús, vestido con esplendidas túnicas, y cerca de El estaban muchos de sus siervos. La Reina se sentó a su derecha, y sostuvo firme la Mano Derecha de su Hijo que estaba llena de jabalinas de fuego y llamas y que iba a arrojar sobre la tierra en cualquier momento. A él la Reina le dijo:
 

"No lo hagas, oh Hijo mío, no lo hagas. Perdona a estos miserables pecadores, para que hagan penitencia."
 

Entonces el Rey respondió a la Reina:
 

“¿No soy Yo, llamado Justo en todos mis caminos? Entonces, ¿por qué no debería ejercer mi Justicia? ¿No ves lo que está pasando en el mundo? ¿La iniquidad está en todas partes? Ahora, no se debe impedir la Obra de la Justicia”.
 

A él respondió la Reina:
 

“Lo admito, oh Hijo Amado, pero ¿no se ha levantado la Misericordia por encima de todos los Cielos? Por lo tanto, no se puede negar la Misericordia. ¿No está escrito: En tu ira, no olvidarás la Misericordia?"
 

El Rey respondió:
 

"Dices bien Madre, porque quiero Misericordia y no Justicia severa, sin embargo nadie pide Misericordia, por este motivo trabajo según la Justicia".
 

La Reina respondió:
 

“Aunque los hombres no exigen Misericordia, desean que se les conceda. Y sabes que la carne humana está compuesta de materia corruptible, por lo que tiende más a la disolución que a la perfección. Y por esta razón no podía levantarse de nuevo, excepto con la ayuda de la Gracia. Y Yo, que me llaman Madre de la Misericordia y de las Gracias, de ninguna manera seré capaz de negarlo, porque estoy Llena de Gracia, y estaba llena también antes de Tu Concepción, cuando el Angel me dio el Anuncio, diciendo: "Salve, oh Llena de Gracia, el Señor está contigo". Por lo tanto, extenderé la Plenitud de la Gracia sobre las personas miserables que la necesitan. Te pido que aceptes esta Mi petición".
 

El Rey respondió a la Madre:
 

"¡Tu Hijo te concede todo lo que tu me pidas!"
 

Entonces la Madre Reina dijo:
 

“Hijo mío, todo el mundo se languidece y ya no hay más transparencia. Tu Santa Iglesia Católica corre mucho riesgo, y se encuentra en las extremidades infectadas, sin embargo, Yo, Madre de las Gracias, daré una pequeña Gracia al mundo, como un dulce medicamento, para que quien la reciba y la use adecuadamente, sane por completo”.
 

“El hombre que me sirva devótamente en el Rosario y me rinda homenaje con tres partes de cincuenta de Ave Marías y con quince Pater Nosters, meditando en Mi Concepción, Tu Encarnación, Tu Natividad, Tu Humanidad, Tu Vida, Tu Pasión, Tu Sufrimiento y Tu Muerte, y finalmente los Gozos de Tu Resurrección. Ahora, por lo tanto, les pido y ruego que cualquiera que, al mismo tiempo, recite y medite en Mi Rosario con devoción y de rodillas, será salvo y no morirá de mala muerte, ni será oprimido por ningún otro peligro, y Tu alejarás Tu Ira de él."
 

Entonces el Rey, dejó en el suelo las jabalinas de fuego y las llamas y dio un abrazo a la Reina, diciendo:
 

“Oh, Amada Madre, no es posible negarte la obra de salvación, porque todas estas cosas que tu dices, fueron los comienzos de la salvación. Cualquiera que cumpla devotamente y sin pecado mortal las cosas que ahora tu exiges, obtendrá de mí Misericordia, Gracia y Vida Eterna. Y Tu también, con especial benevolencia, puedes conceder a Tus Rosariantes, quienes rezan y meditan Tu Rosario, la Gracia que tu quieras".
 

Después de estas palabras, la Reina abrazó al Rey con ternura y humildemente inclinándose, se sentó de nuevo junto al Rey en un trono de oro, entre los Coros de los Santos. E inmediatamente el Espíritu de este hombre regresó a su cuerpo. Y el hombre bueno se despertó como si hubiera caído en un sueño profundo, y siguió pensando en esa visión. Y aquí, por la mañana, cuando ya había terminado la recitación y meditación de la primera parte de cincuenta del Rosario de la Virgen Santísima María, se le apareció en visión con gran esplendor. El fraile estaba muy asustado ante esta Aparición.
 

A él la Santísima Virgen María le dijo:
 

“Amigo, no temas, Yo soy la Reina que viste esta noche con tu Espíritu. Aquí, entonces, ¿viste al poderoso Rey que tenía en su mano las jabalinas de fuego y llamas, y también Me viste, sosteniendo Su mano, la cual estaba lista para castigar a la tierra. Tu, por lo tanto, escucha diligentemente, y haz las cosas que Yo te ordene, y salvarás a muchos contigo, que de otra manera estarían en gran peligro. Esas jabalinas de fuego y llamas que viste en Manos del Rey, se centraban en algunos males terribles, y Mi Hijo decidió castigar al mundo según la Justicia, por la inmensidad de sus pecados. Pero Yo, que soy llamada la Madre de las Gracias y de la Misericordia, he retenido Su Mano para que El no haga esto en el acto de Su indignación, y Yo he obtenido de Él Misericordia. Tú, por tanto, no pospongas más la oración, con la que estás acostumbrado a venerarme, es decir, Mi Rosario. Quiero que lo enseñes públicamente, con escritos y con palabras. Por mucho que a Mi Rosario se le hayan concedido muchas Indulgencias, Yo, sin embargo, a los que rezan piadosamente Mi Rosario, en gracia y de rodillas, les concederé muchas más Indulgencias. Y así, quien persevere en rezar el Rosario, junto con los Misterios, le daré en su última hora, para el servicio fiel, la remisión plenaria del castigo y de la culpa de todos sus pecados. Esto, sin embargo, no parece increíble para tus oídos, ya que si esto es permisible para el Vicario en la Tierra de Mi Hijo, es decir, al Papa, a quien dio este poder, mucho más será permisible para Mí, que soy la Madre del Rey Celestial, y me llaman la Llena de Gracia, y si Yo soy la Llena de Gracia, entonces difundiré la Gracia ampliamente, sobre aquellos que han sido agraciados por Mí. Por lo tanto, como Soldado fiel, completa la obra de la Reina del Cielo, para que aquellos que han perdido el camino justo, a través de Mí, sean llevados de vuelta al Camino de la Vida, y tú, en el último día, recibirás la Corona del gozo, que el Juez correcto te entregará."
 

Y desapareció.
 

El hombre devoto, habiendo meditado en la tarea y en la obra que le encomendó la Reina, enseñó y escribió sobre el Rosario y envió a varios lugares sus escritos. Tanto los consagrados como los laicos lograron corregirse a sí mismos y obtener la Misericordia y la Gracia en el tiempo presente, y la Gloria en el futuro. Amén.
 

Estas cosas fueron reveladas a este Padre Cartujo, el día de la Anunciación de la Virgen María, en la Hora de Completas, en el año 1479, de la Encarnación del Señor.
 

(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro 5).

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