EL REVERENDO PADRE, FRAILE PEDRO, PRIOR CARTUJO

En la primera Cartuja, que se coloca en la Diócesis "Grazionapolitana", y que es la madre y el origen de todos los Monasterios de la Orden Cartuja, un Prior de la misma Orden permaneció durante mucho tiempo en oración, habiendo consagrado su vida al Señor Jesús. El de rodillas frente al Altar, oraba por mucho tiempo por la liberación de las adversidades que oprimían severamente su Monasterio. 

De hecho, su Monasterio, que era de las partes del Reino de España, fue atacado muy duramente por las guerras y oprimido por los poderosos, tanto que todos los ingresos y bienes del Monasterio se habían convertido en botín. Así, mientras que él, día tras día, por el espacio de quince días, continuó orando, cuando de repente un día fue secuestrado en espíritu no como lo hacía a menudo debido a su gran espiritualidad, sino de una manera diferente, y vio aparecer en visión a nuestro Señor Jesucristo en la sublime Gloria de la Pasión, que llevaba quince armas de excepcional belleza, a saber, cinco jabalinas, cinco varas y cinco lanzas, todas ellas teñidas del rojo de la Sangre de Cristo, y brillaban como estrellas. El Santo Hijo de Maria, le dijo:
 

"No temas, Pedro, con estas armas, de hecho, superarás cada adversidad."
 

Y el le respondió temblando:
 

"Oh Señor, ¿qué indican estas armas gloriosas?"
 

El Señor le dijo:
 

"Estas son las quince grandezas de la oración del Pater Noster, que son capaces de liberarte de cada oposición. Ve, pues, y predica Mi Rosario, y habla con los tuyos; e inmediatamente sentirás mi ayuda".
 

Y le reveló, entonces, plenamente, cuántas virtudes tan extraordinarias podía recibir a través del rezo del Santo Rosario. Y, elogiándolas, después de regresar a su tierra, en poco tiempo, todos sus enemigos cayeron enfermaron, los saqueadores devolvieron las cosas robadas y sus Religiosos recuperaron su fuerza espiritual.
 

En otra ocasión, después de haber entrado en el Monasterio los ladrones, para saquear los campos y viñedos, de repente algunos de ellos se volvieron locos, otros se volvieron endemoniados, otros se paralizaron, y no podían salir, ni moverse de ese lugar hasta su arrepentimiento, y humildemente pidieron el perdón al Prior. Eran más de 500 Caballeros. Estas cosas le fueron contadas a Juan del Monte, quien afirmó que este Cartujo había sido su consanguíneo.
 

(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro 5).

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