(Aviso al lector: Este pasaje no es de Alano, sino que ha sido insertado por el Transcriptor: el estilo y las circunstancias lo demuestran claramente).
Un Padre de la Orden Cartuja, que murió en 1431 en el Convento de Treviri, dejó escrito para su edificación, que como de costumbre recitaba el Rosario, fue llevado en Espíritu al Imperio del Cielo, donde contempló y conoció los misterios del Cielo, y vio a la Virgen María con Sus Vírgenes y a todos los Angeles y Santos, desde Adán, acercarse a Dios Todopoderoso, y presentando el Rosario, le agradeció y le bendijo por las santas prácticas de piedad que con el Rosario se lograron en el Cielo y en la tierra. Y oraron por todos los Religiosos y devotos hombres, que lo recitaban, por la gracia y la paz en la tierra, y gloria en el Cielo. Entonces vio y oyó que todos los Santos y Angeles de Dios recitaban devotamente el Rosario y lo meditaban, y en cada meditación, cantaban el Aleluya con mucho encanto. Cada vez que pronunciaban el Nombre de la Santísima Virgen María, se inclinaban reverentemente. Cuando se pronunciaba el nombre de Jesucristo, todos se arrodillaban devotamente, como dijo el Apóstol Pablo:
"En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, cada rodilla se dobla en el cielo, en la tierra y bajo la tierra" (Fel.2,10-11).
Entonces se le dijo, con una voz clara, que cada vez que rezara el Rosario con la meditación de los misterios, recibiría indulgencia plenaria por todos sus pecados. También vió innumerables Coronas hermosas, cándidas, eternas, fragantes, que están reservadas para aquellos que lo rezan piadosamente. Y que cada vez que rezaba la Corona del Rosario, en alabanza a Dios y a María Su Madre, recibiría tantas Coronas de mérito en el Cielo. Este Padre Cartujo, no tuvo solo esta visión, sino que en otra ocasión, varias veces en el mismo día, vio y oyó las Alegrías del Cielo. Y solía sentir en su cuerpo, un gran consuelo, cuanto más devotamente rezaba el Santo Rosario.
Y aunque no fue nombrado en los escritos del Beato Alano de Rupe, no tenemos ninguna duda de la veracidad de este testimonio. De hecho, era este tipo de Frailes que con tanta devoción, paciencia, ciencia, gracia y fuerza incluso en el cuerpo, siempre vivió austeramente. Mas que ningún otro fraile de su época mereció recibir estas Revelaciones. Por lo tanto, lo que el sabía de las Realidades Celestiales, lo ocultó prudentemente, y al conversar con los Frailes no reveló nada por humildad, y vivió entre todos, lleno de consuelo y paz.
(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro 5).
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