Un Sacerdote y una Monja desafortunadamente se convirtieron en amantes, cometiendo así un gravísimo
sacrilegio. El amor secreto, se mantuvo cubierto durante mucho tiempo y fue vigilado. Pero, ¿qué no
avanza arrastrándose en una sospecha cautelosa? La sospecha una vez la tuvo una mujer de intuición
cuidadosa, aunque era completamente inconsciente del acontecimiento. La investigadora era muy
traviesa, y terriblemente astuta, y comenzó a espiarlos, tratando de no ser vista.
Continuaron con su relación y la mujer investigadora continuó comenzó a hacerles un
seguimiento; y así, finalmente ella que los tenía bien vigilados, se escondió en el lugar, donde los amantes
se sentían seguros, y fue allí donde quedaron presos en la red de la evidencia.
Sorprendidos juntos, se vieron atrapados con las manos en la masa, como una presa atrapada en
el cepo. Así que, atrapados de repente en el hecho, fueron reconocidos y capturados. Inmediatamente
fueron encarcelados y encadenados a la cama de la tortura. Durante la pena, los dos consagrados
fueron separados, debido al Sacramento de la Orden y de la Consagración, que habían recibido. Así
también, sabían bien que habían ido en contra de las Sagradas Reglas Religiosas, y no eran capaces de
negar el pecado cometido, ni tenían la intención de justificarse, así que sólo les quedaba la oración.
Y la oración era un pensamiento fijo para ellos, suplicando por el perdón de Dios para con ellos.
Comenzaron a suplicar fuertemente a Dios e hicieron los ejercicios de piedad, que no habían cumplido
durante mucho tiempo, debido a la conciencia temerosa del pecado. Y lo que más hicieron en esa
prisión ciega era rezar el Santo Rosario y solicitar la intercesión de la Virgen María, con el firme
propósito de vivir para siempre en penitencia, y por sus méritos, Dios les perdonó su pecado. Era difícil
para el juez establecer un castigo justo por la impiedad cometida, tanto para la Santa Dignidad de ella
como para la Santa Orden de él, como por el grado de importancia del cargo que los culpables ocupaban,
y todo esto retrasó el procedimiento judicial. Este retraso fue beneficioso para los culpables, con el fin de
merecer plenamente el perdón, a través del Rosario. Aquí, de hecho, la Madre de Dios disolvió a los
prisioneros de las cadenas, y sacándolos de la prisión, los llevó a una Iglesia cercana, y allí se dieron
cuenta con asombro de que se habían soltado de sus cadenas. Sus ojos no podían creer lo que estaban
viendo. Desde aquel día, vivieron en esa Iglesia en soledad y oración.
Al mismo tiempo, la Amable Virgen Liberadora, arregló que los dos demonios, instigadores de las
fechorías, fueran encadenados en lugar de los dos liberados. Al amanecer, fueron a ver a los prisioneros,
y vieron a los horribles monstruos de los dos demonios atados. El sorprendente y horrible descubrimiento
llevó al Juez y al Tribunal de Justicia a determinar las pruebas. Los espíritus diabólicos, con gritos
insoportables, les contaron todo lo que había sucedido, y a pesar de estar encadenados, estos demonios
mentirosos se vieron obligados a decir la verdad. También gritaron, que habían tomado posesión de los
dos consagrados, pero luego los habían dejado, cuando Nuestra Señora vino a liberarlos; y que eran
inocentes, y no habían cometido ninguna irregularidad. Después de testificar, dijeron en qué Iglesia
estaban escondidos los dos consagrados; y que sólo después de que el Juez se había determinado fue
cuando se les permitió desaparecer. Y así sucedió. Y antes de regresar al Infierno, gritaron
tremendamente:
"La enemiga María nos encadenó a la cama de la tortura y fuimos obligados a reconocer la verdad"
Y este grito causó un terremoto, y dejando atrás un gran hedor, huyeron al Infierno. La fuerza del
Rosario había obtenido esta Gracia.
Y estas cinco realidades aterradoras que acompañan al Juicio, que se commemoran piamente en
la segunda quincuagésima del Rosario, inflaman y aumentan el amor por la oración, para que conquisten
el Reino de los Cielos, incluso los pecadores sinceramente arrepentidos. Estas cinco realidades
aterradoras, de hecho, combinadas con los siete dones del Espíritu Santo y la Confesión bien hecha les
merecieron la absolución de culpabilidad en el Juicio. Cuán beneficiosas, entonces, son las meditaciones u
oraciones mentales, que son tantas como los Aves Marías, en la segunda parte de Cincuenta. Alabada sea
María, entonces, en el Rosario.
(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro
5).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario