LA ENFERMEDAD DE JUANA

Juana no fue recordada por su noble ascendencia, ni por sus cualidades excepcionales, sino por la
naturaleza ejemplar de sus virtudes. Era una mujer muy devota y religiosa, y en particular tenía una
gran veneración particular por la Reina del Cielo. La pobre mujer, durante más de veinte años estuvo tan
afligida por una enfermedad, que ningún arte médico, ninguna cura, ni ninguna medicina podría
beneficiarla, para recuperarse al menos un poco de su terrible enfermedad. Aunque estaba postrada en el
cuerpo, era fuerte en espíritu, y esperaba en la ayuda de Dios y la intercesión de María. Tenía mucha
confianza para sanar, a pesar de que el mal la oprimía.
 

Por eso siempre actuaba en oración, y prefería recitar el Rosario de Jesús y de María. El Rosario
le dio alivio en el triste momento de la enfermedad, y le dio el consuelo inquebrantable de que, tarde o
temprano, un milagro la haría recuperar su salud. Y, para obtener esta gracia, cada día recitaba, con
gran devoción, una serie de Rosarios.
Y esta alma pia oró el Rosario incesantemente, hasta que pudo, con devota obstinación, luchar
contra esa persistente enfermedad, pidiendo a Dios y a María, u obtener su gracia, o hacerla morir,
habiendose abandonado por completo a la voluntad de Dios. Durante muchos años no se rindió ante
su enfermedad, porque comprendió el camino a seguir. El alma de esta mujer era valiente e invencible y
aceptó o sufrir la enfermedad, o recuperar la salud. Día tras día, se fortaleció en el valor y la audacia, y
en el cuerpo enfermo, el alma estaba incesantemente sujeta a la oración.
 

Con la Sabiduría Divina, entonces, ella presentó y recomendó a Dios, en igual medida, la
enfermedad y la sanación, confiando en Su Misericordia, y sabiendo por experiencia que el Rosario que
siempre rezó, fue muy poderoso para obtener cualquier gracia. Veinticuatro años después de enfermar, el
Rosario, de repente, le devolvió la salud completa que ella tenía anteriormente.

(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro
5).