Una virgen fue sometida a constantes ataques de demonios, y Dios, por un misterioso diseño, lo permitió.
El ataque de la cucaracha del infierno se hizo sólo de fantasmas evanescentes, sin tener poder para
dañarla. Para la virgen devota, esa tentación se había convertido en una mejora extraordinaria y la
acreción de los méritos, ya que ella se refugió en Dios en la angustia, y confiaba en la ayuda de la Madre
de Dios, que había aplastado la cabeza de la serpiente enemiga, y escapando de cualquier consentimiento
de pecado, hizo todo lo posible para mantener el alma pura. Y también, pidió el consejo y la ayuda de
Dios y de los hombres, para rechazar al diablo. Pero de ninguna manera pudo frenar el mal del antiguo
opresor, y evitar los ataques de los fantasmas.
Finalmente, se recomendó con fe a Dios, y se dejó en las manos de la Santa Virgen María,
recitando asiduamente y devotamente el Rosario, en alabanza a Dios y a la Virgen Madre de Dios. Y
desde entonces, no ha tenido en cuenta las tentaciones evanescentes de los fantasmas. La virgen estaba
totalmente dedicada a la oración, y con el corazón y la boca, siempre recitaba el Rosario, consumía la
Corona del Rosario llevándola en sus manos, y llevaba el Rosario también colgado alrededor de su cuello
y de su cinturón, día y noche. Y en el Rosario realmente encontró descanso y salud.
Desde entonces, ha mantenido su propósito arreglado, y el malvado tentador ya no podía
acercarse a ella, sino huir de ella, como si fuera del fuego del Infierno. Sólo lejos de ella, se manifestó en
toda su ferocidad, vomitando terribles maldiciones contra la Virgen Madre de Dios, y los oídos pios y el
alma de la devota Novia de Cristo, se horrorizaba terriblemente. La adicción, y el recuerdo del alma les
hizo escuchar cada vez menos, hasta que ya no notó nada. En efecto, la instaron a elevar, con aún mayor
fervor, en el Rosario, la alabanza a Dios y a la Madre de Dios, contra los insultos satánicos. Desde
entonces el diablo cesó su poder, y no pudo blasfemar los nombres de María en el Rosario. En cambio, el
demonio ahora gemía entre gritos.
Al final, ganó la perseverancia invencible de la doncella, que confiaba en el rescate de la Madre de
Dios, y actuó incansable y heroicamente cada día en el Rosario.
(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro
5).
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