«Yo no admito que mi doctrina pueda ser juzgada por alguno, ni siquiera por los Ángeles.. Quien no recibe mi doctrina no puede alcanzar la salvación».
(Martín Lutero, Weim., X, P. II, 107, 8-11)
Lutero nació en Eisleben, Sajonia, el 10 de noviembre de 1483. El jurista Dietrich Emme afirma en su libro: “Martin Luther, Seine Jugend und Studienzeit 1483-1505. Eine dokumentarische Darstelleng” Lutero entró en el convento sólo para no caer bajo graves sanciones jurídicas, en las que habría incurrido luego de haber matado, en un duelo, a un colega de estudios llamado Buntz. Lutero, para escapar a la condena a muerte, fue a su protector y amigo Johannes Braun, vicario colegial en Eisenach, para pedirle consejo. Fue en junio de 1505. Braun lo instó a entrar en una Orden religiosa, ¡para evitar un proceso judicial!
Y así Lutero, el 17 de julio de 1505, ingresó en el convento de los “Eremitas Agustinos”, entonces cubierto por el “derecho de asilo”!
El mismo Lutero lo confesó en una de sus prédicas:
«Ego fui, ego monachus, der mit Ernst fromm wollt sein. Sed je tieffer ich hin ein gangen bin, yhe ein grosser bub et homicida fui» (= Yo fui, de monje, uno que quería ser seriamente piadoso. En cambio, me hundí aún más: fui un gran malvado y homicida - WAW 29,50,18).
También Cochlacus nos cuenta acerca de una crisis que sufrió Lutero cuando era monje.. Asistiendo, en el coro, a la lectura del Evangelio de San Marcos, donde se habla de ese hombre “poseído” por el diablo, Lutero cayó a tierra gritando:
«¡No soy yo! ¡no soy yo!…».
En un fragmento del “Propos de Table” es reportada una conversación entre Lutero y el pastor de Gûben, M. Léonardt, ocurrida en el año 1551:
"Nos dijo que, cuando estaba prisionero, el diablo le había malvadamente atormentado y que se había reído de todo corazón cuando él (Lutero) tomó en su mano un cuchillo, diciéndole: “¡Ve adelante! ¡suicídate!”. (…)".
Y nos dijo que él (Lutero) a menudo había tenido que arrojar lejos de sí el cuchillo… y que un día debió hacer lo mismo cuando él, viendo por tierra un hilo, lo había recogido, junto a muchos otros hilos, como para hacer una cuerda con la que habría podido ahorcarse!..
Después nos dijo que el diablo lo había empujado hasta el punto que no era ya capaz de recitar el “Pater noster” ni leer los Salmos, que él tan bien conocía!.. y que el dr.. Lutero le había dicho:
«Esto me ha ocurrido muy a menudo, tanto como para ponerme en la mano un cuchillo… y que pensamientos malvados me venían a la mente de tal modo, de manera de no poder ya rezar... ¡y el diablo incluso me ha expulsado fuera de la habitación!».
¡Y desde entonces, en él, hubo una locura obsesiva que no lo abandonaba, y una desesperación que le roía el corazón!
Lutero:
«¡Yo no puedo ya rezar sin maldecir!» decía. «En lugar de decir: santificado sea Tu nombre, yo digo: Maldito! sea condenado el nombre del papista! En lugar de decir: venga Tu Reino! yo digo: Maldito! que sea condenado y aniquilado el papismo! En lugar de decir: hágase Tu Voluntad, yo digo: Maldito! que sean condenados los planes de los papistas!… ¡He aquí mi plegaria!».
EL SUICIDIO DE LUTERO
Existen varios “testimonios”, protestantes y católicos, sobre este último gesto desesperado de Lutero. Bástenos, aquí, recordar el principal; el de su servidor personal, Ambrogio Kuntzell (o Kudtfeld) el cual, desolado en su alma por aquel terrible castigo de Dios sobre su señor, ¡acabó por confesar todas las particularidades! He aquí su testimonio:
«Martín Lutero, la noche antes de su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia y en tal exceso que fuimos obligados a llevarlo, completamente alcoholizado, y colocarlo en su lecho. Luego, nos retiramos a nuestra cámara, ¡sin presentir nada desagradable! A la mañana siguiente, volvimos junto a nuestro señor para ayudarlo a vestirse, como de costumbre. Entonces – ¡oh, qué dolor! – ¡vimos a nuestro señor Martín colgando del lecho y estrangulado miserablemente! Tenía la boca torcida, la parte derecha del rostro negra, el cuello rojo y deforme. Frente a este horrendo espectáculo, ¡fuimos presos de un gran temor! Corrimos, sin retardo, a los príncipes, sus convidados de la víspera, a anunciarles el execrable fin de Lutero! Ellos, llenos de terror como nosotros, nos comprometieron en seguida, con mil promesas y los más solemnes juramentos, a observar, respecto de aquel suceso, un silencio eterno, y que nada trascendiera. Luego, nos ordenaron quitar del cabezal el horrible cadáver de Lutero, ponerlo sobre su lecho y divulgar, después, entre el pueblo, que el “maestro Lutero” ¡había abandonado de improviso esta vida»!
Ésta es la historia acerca de la muerte-suicida de Lutero, hecha por su doméstico Kudtfeld; una“historia” que fue publicada, en Aversa, en 1606, por el científico Sédulius. El doctor de Coster – ¡llamado de inmediato! – fue quien constató que la boca de Lutero estaba torcida, que la parte derecha de su rostro estaba negra y que el cuello estaba rojo y deforme, como si hubiese sido justamente estrangulado. Este diagnóstico se pudo verificar en una incisión que Lucas Fortnagel hizo en seguida al día siguiente de la muerte de Lutero, y que fue publicata por Jacques Maritain en su obra: “Tres reformadores”, en la página 49 (de la edición francesa).
Lutero, entonces, no murió de muerte natural, como se ha escrito falsamente en todos los libros de historia del protestantismo, sino que murió “suicida”10 en su mismo lecho, después de una esplendidísima cena en la cual, como de costumbre, ¡había bebido desmesuradamente y se había saciado de comida fuera de todo límite! Sobre su lecho, un día, había escrito:
«Papa, vivo yo era tu PESTE; muerto seré tu MUERTE»!
(“Pestis eram vivus, moriens ero mors tua”).
En Graz (Austria), un Padre franciscano en una prédica, afirmaba que Lutero estaba condenado:
“… Una noche, con el pretexto de asistir a una enferma, un hombre fue a buscarlo… En lugar de encontrarse ante una enferma, el Padre franciscano se encontró en presencia de 5 hombres que, mostrándole un arma de fuego, le dijeron que si no daba la prueba de que Lutero estaba en el infierno, no saldría vivo de la habitación. El Religioso, verdadero hombre de Dios, expuso el SS. Sacramento que llevaba consigo y se puso en adoración; luego, recitó la plegaria de exorcismo… Imprevistamente, fue golpeada la puerta. «¡Entrad!» –dijeron los hombres – pero nadie entró! Pocos instantes después, sin embargo, la puerta se abrió y Lutero, incandescente como un carbón ardiente, entró en la cámara. ¡Estaba en medio de otros dos demonios! Los cinco hombres se dieron a la fuga…» (Cfr. B.C. 63, p. 4, 1982).
FUE MASÓN
El símbolo con el cual se adornaban los Rosa-Cruces era el escudo Rosacruciano de Martín Lutero (una rosa roja en cuyo centro había superpuesta una cruz), con el cual compartían el odio fanático hacia la Misa Católica. Ninguna maravilla, por tanto, el conocer que Lutero pertenecía también a la secta masónica de los Rosa-Cruces, cuyos círculos pululaban en la Alemania de su tiempo. He aquí el extracto de un discurso, dado en el Consejo Supremo de la Alta Masonería Hebraica de los B’nai B’rith, en una reunión de 1936, en París:
«Nosotros somos los padres de todas las revoluciones (...) ¡Podemos jactarnos de ser los creadores de la Reforma! Calvino era uno de nuestros hijos; era de origen hebreo y animado por las finanzas hebraicas a redactar su proyecto de Reforma. Martín Lutero cedió a la influencia de sus amigos hebreos y, gracias aún a la autoridad hebraica y a las finanzas hebraicas, su complot contra la Iglesia fue un éxito...».
La esencia del pensamiento rosacruciano está condensado en la aserción:
«El hombre es Dios, hijo de Dios y no hay otro Dios que el hombre».
No es sino retomar antiguas herejías gnósticas de los primeros siglos, reelaboradas sucesivamente por los talmudistas y los cabalistas. La fuerza de la secta de los Rosa-Cruces está en este punto:
¡camuflar esta esencia pagana con una apariencia cristiana! En las Constituciones de Anderson de 1723, que siguieron al nacimiento de la moderna Masonería en la cual las 4 Logias operativas de Londres aceptaron la propuesta de permitir a los Rosa-Cruces resguardar su búsqueda alquimista y sus ideas gnósticas y racionalistas, detrás de la fachada respetable de la Fraternidad, se lee:
«La idea de la Masonería es la de reunir todas las religiones y crear una religión universal: religión en la cual todos los hombres estén de acuerdo», mientras la esencia del depósito doctrinal es: «El deber del Caballero Rosa-Cruz es el de combatir el gnosticismo bastardo incluido en el catolicismo, que hace de la fe un enceguecimiento, de la esperanza, un pedestal, y, de la caridad, un egoísmo...». La tarea del Caballero Rosa-Cruz es el de «¡Eliminar el Sacrificio de Cristo en la Cruz de la faz de la tierra»!.. Esto es, usando la palabra de Lutero:
«... derrumbar esa abominación que es la Misa de los Papas y, con ella, también el Papado»!
LUTERO ESTÁ EN EL INFIERNO
En 1883 la beata Sor María Serafina Micheli (1849-1911), fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles, pasaba por Eisleben, ciudad de Sajonia, ciudad natal de Lutero. Se festejaba, en aquel día, el cuarto centenario del nacimiento del gran hereje y heresiarca (nació el 10 noviembre de 1483), que dividió a Europa y a la Iglesia, causando grandes guerras. Con motivo de la celebración, las calles estaban adornadas y de los balcones colgaban banderas. Entre las autoridades presentes se esperaba, de un momento a otro, la llegada del emperador Guillermo I, que debía presidir las celebraciones. La beata, a pesar de observar el gran tumulto y agitación no estaba interesada en saber por qué ocurría toda esa agitación, porque su único deseo era ir a una iglesia para orar y hacerle una visita a Jesús Sacramentado. Después de caminar por algún tiempo, finalmente, encontró una, pero las puertas estaban cerradas. A pesar de ello, se arrodilló en las gradas para hacer sus oraciones. Pero, como era de noche, no se dio cuenta que estaba arrodillada delante de una iglesia protestante, y no en una Católica. Mientras oraba, se apareció su Ángel de la Guarda y le dijo:
“Levántate, porque esta es una iglesia protestante”.
Y añadió:
“Yo quiero que veas el lugar donde Martín Lutero está condenado y la pena que paga en castigo de su orgullo”.
Luego de estas palabras vio un horrible abismo de fuego, en el cual eran atormentadas una innumerable cantidad de almas. En el fondo de aquella vorágine, vio a un hombre, Martín Lutero, que se distinguía entre los demás condenados: estaba rodeado de demonios que lo constreñían a estar de rodillas y todos (los demonios), armados de martillos, mientras el se esforzaba en vano, le clavaban en la cabeza una gran estaca.
Otra evidencia de que Lutero está en el infierno fue recogida por el padre Stefano Manelli (fundador de los Franciscanos de la Inmaculada), quien en sus encuentros con el Padre Pío recibió está importante revelación. El padre Manelli en su libro: “Il Settimanale di Padre Pio” en la sección: (Enero 20 de 2013, p 1) escribe que el Padre Pio le dijo:
“LUTERO ESTÁ CONDENADO Y LOS QUE HOY LE SIGUEN PADECERÁN TAMBIÉN LOS CASTIGOS DEL INFIERNO”.
Participar en la Misa Novus Ordo sabiendo que es un rito protestante es “SEGUIR A LUTERO” por lo tanto tendrá como consecuencia acabar en el mismo lugar donde hoy él perece.
ENSEÑANZAS DE LUTERO
«Estos idiotas de asnos (católicos) no conocen más que las tentaciones de la carne. (...). En realidad, para estas tentaciones el remedio es fácil: hay todavía mujeres y jovencitas...».
«Si la esposa descuida su deber (sexual), la autoridad temporal la debe obligar, o aún condenarla a muerte».
"Tienes que mirar a Cristo cuando veas que tus pecados se te pegan; tí, entonces, estarás como al reparo frente a los pecados, a la muerte y al infierno. Tú debes decir, entonces: mis pecados no son míos, porque ellos no están en mí, sino en otro, esto es, en Cristo, por lo que no pueden dañarme".
«La razón por la que bebo cada vez más, por la que hablo cada vez más licenciosamente, por la que banqueteo cada vez más frecuentemente, es la de burlar al diablo que quiere molestarme».
«¡Un pecado reconocido, es un pecado perdonado!» , susurraba. Y aún: «¡Para todo pecado hay misericordia!».
«Quien no se opone con todo su corazón al papado ¡no puede alcanzar la eterna felicidad!».
«Antes de mí, no se ha sabido nada. Estoy cierto de que ni San Agustín, ni San Ambrosio, que también en estas materias son grandísimos, me han estado a la par. Soy excelente en Dios sobre toda medida, no cedo un dedo a los Ángeles del Cielo, ni a Pedro ni a Pablo, ni a cientos de emperadores, ni a miles de Papas, ni al mundo entero. Este es mi lema: ¡No cedo a nadie!».
«La Misa no es un Sacrificio, o la acción del sacrificador. Debemos considerarla un sacramento o un testamento. Llamémosle bendición, eucaristía, mesa del Señor, memorial del Señor. Que se le de cualquier otro nombre, siempre y cuando no se la manche con el nombre de “Sacrificio”».
Lutero, un día, respondiendo a su madre que le había preguntado si debía también ella cambiar de religión, dijo:
«¡No madre, permanece como católica, porque yo no quiero ni engañar ni traicionar a mi propia madre!».
(Este significativo “documento” se conserva en la Biblioteca del Convento dominico de Santa Maria della Minerva en Roma).
"¡Es necesario apartar absolutamente de nuestros ojos y de nuestro espíritu todo el decálogo!..".
En un comentario, de 1535, sobre la Epístola a los Gálatas de San Pablo, preguntándose cómo ha sido derogada la ley mosaica, Lutero así lo explicaba:
"Ella es, totalmente, sin reservas, ¡un texto que ya no puede ni acusar ni atormentar a los fieles! Hay allí una doctrina de la mayor importancia que es necesario predicar desde los techos, porque da serenidad a nuestras conciencias, especialmente en las horas en las que el espanto nos oprime. Lo he dicho con frecuencia y lo repito todavía, porque no se dice nunca suficientemente que el cristiano, que abraza los beneficios de Cristo con la Fe, está absolutamente por encima de toda ley, y está libre de toda obligación con respecto a la ley …".
En su “Propos de Table” había escrito:
«El demonio empuja a los hombres primero a la desobediencia y a la traición, como Judas; luego los empuja a la desesperación, ¡de manera que acaban perdiéndose o estrangulándose»!
«Papa, vivo, era yo PESTE, muerto, yo seré tu MUERTE».
"Yo declaro que los prostíbulos, los homicidios, los robos, los asesinatos y los adulterios son menos malvados que esa abominación que es la misa papista!".
«Cuando la Misa haya sido subvertida, yo estoy convencido de que habremos subvertido con ella al papismo. (...). Declaro que todos los prostíbulos, los homicidios, los robos, los asesinatos y los adulterios ¡son menos malvados que esa abominación que es la Misa de los papas!».
(Información recogida de www.chiesaviva.com).

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