Tres Hermanas vivían juntas, sirviendo a Dios en castidad y en el desprecio del mundo, y recitaban
devotamente el Rosario de la Santísima Virgen María del cual obtuvieron grandes beneficios para su
alma. Y crecieron en santidad y fe, y para tales oraciones, adquirieron grandes méritos de gracia por la
Santísima Trinidad y por la Corte Celestial. La Virgen María muy a menudo se dedicó a ellas,
visitándolas amistosamente. Finalmente, después de muchas apariciones, María se manifestó de nuevo a
ellos, en gran esplendor, acompañada por dos Vírgenes y Mártires: Santa Catalina de Alejandría y Santa
Inés. Tenían en sus manos tres Coronas, que la Virgen María Gloriosa ofreció a cada una de las tres
vírgenes, diciendo:
"Yo os anuncio Por la Gloria de la Virgen Madre de Dios del Rosario, por la Alabanza del Rosario, y por
el consuelo de los Cofrades, con seguridad que estaìs a punto de entrar en el Reino de Mi Hijo, ¡y
entraréis mañana!"
Al día siguiente, después de las Completas, María Santísima se les apareció de nuevo, junto con las dos
Santas, con una luz y olor inefables, y se vistieron a cada una de ellas con una túnica blanca y mientras
respiraban, los Angeles cantaban para ellas:
"Ven, Novia de Cristo recibe la Corona que el Señor te ha preparado para la eternidad."
Y así entraron en los Cielos, con gran Júbilo. Con su ejemplo, muchos fueron impulsados a mejorar
gracias a la Gloria de la Virgen Madre de Dios del Rosario, por la Alabanza del Rosario, y por las
oraciones de los Cofrades.
(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro
5).
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