Una virgen, originaria de Francia, vivía en un territorio infestado de bestias. Solía recitar el Santo
Rosario de la Santísima Siempre Virgen María. Una vez cruzó el bosque con su amiga y se encontraron
con dos lobos voraces. Uno de los lobos, asaltó instantáneamente a su amiga por la garganta y la masacró;
y ella, que oraba el Rosario, con tanta angustia, convocó a María, pidiéndole que no la dejara morir,
antes de que ella se hubiera confesado y comulgado. ¡Sucedió un hecho increíble! El lobo abofeteó sus
pechos, le perforó el vientre, devoró sus entrañas e inmediatamente, sin embargo, fue liberada por
algunos que vinieron, y permaneció viva durante tres días, en los que se confesó bien, comulgó
devotamente y murió en paz. En los últimos momentos de su vida, María la visitó y la llevó a los Gozos
Celestiales. Todo el oro del mundo no le habría servido para salvar su alma. En cambio la oración del
Rosario, fue la que le dio la llave de la misericordia.
(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro
5).
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