SEGUNDA APARICION (1917)

SEGUNDA APARICIÓN (13/06/1917)
 

La noticia de la aparición de la Virgen María se había extendido por toda la zona y se había generado una gran polémica. La mayoría de los residentes de Fátima consideraba a los pastorcillos unos mentirosos mientras que solo unos pocos les creían. De hecho, tanto los niños como sus padres fueron ridiculizados por sus vecinos. Francisco fue el que más sufrió las burlas de sus compañeros de clase e incluso la de sus profesores ateos que lo humillaban delante de sus compañeros. Surgieron ásperas censuras a la debilidad de los padres o a su incapacidad para educarles e imponerles el correctivo que reclamaban las circunstancias. “¡Si fuese hija mía! – decía uno, aplastando en las manos su sombrero. Y otro, agitando un palo: “¡Una buena paliza pondría fin a las visiones!” Muchos otros niños del pueblo les ridiculizaban y se burlaban de ellos cuando Lucía y sus primos caminaban por la calle.
 

El 12 de Junio de 1917 la familia intentó evitar que Lucía acudiera a la Cova. Cuando su hija hablaba de la aparición de la Virgen María, cambiaban de tema para distraerla y para que se negara a acudir al día siguiente a la Cova. Lucía lo interpretó como un desprecio por parte de su familia y se sentía abandonada por ellos. Solitaria y triste, se volvió muy callada. Solo rompía su silencio para decir:
 

- Yo mañana voy a Cova da Iría. ¡Eso es lo que la Señora quiere! (Lucía)
 

En Portugal el trece de Junio es una gran fiesta, la fiesta de San Antonio de Lisboa, conocido comúnmente como San Antonio de Padua. Esta era, y es, la fiesta de los niños en Portugal, y a los tres videntes de Fátima les encantaba cantar y bailar durante esta celebración. Los padres instaron a sus hijos a reemplazar su cita en la Cova por un día repleto de bailes, cantos y comilonas. Sin embargo, no afectados por esta táctica, Lucía y los Marto acudieron puntuales al lugar de la aparición para cumplir su cita con la Señora. Por la mañana Jacinta y Francisco se dirigieron a la casa de Lucía quien ya estaba esperándoles en el Barreiro. Lucía estaba triste por la falta de compresión y cruel oposición de su madre y sus hermanas. Sólo con sus primos Jacinta y Francisco se sentía alegre.
 

DE LAS MEMORIAS DE LUCIA:
 

Iba llegando aún más gente de puntos tan distantes como Torres Novas y a las once, aproximadamente, vinieron los pastorcitos. Los seguí hasta que pararon cerca de una pequeña encina. Hacía mucho calor ese día. Lucía se sentó junto al tronco con Francisco y Jacinta a sus lados. Se pusieron a comer algarrobas y hablaban y se divertían con las demás niñas. Pero a medida que el tiempo iba pasando, Lucía iba poniéndose cada vez más seria y aprensiva. Luego dijo a Jacinta, que estaba aún divirtiéndose:
 

- Estate quieta, Jacinta. Nuestra Señora está a punto de llegar. (Lucía)
 

Era cerca de mediodía y María da Capelinha se sintió débil.
 

- ¿Nuestra Señora tardará mucho? (María da Capelinha)
- No, señora; no tardará ya. (Lucía)
 

Rezaron entonces el Rosario, y cuando una niña iba a comenzar la Letanía, Lucía se puso seria y pensativa y la interrumpió diciendo que ya no había tiempo. Inmediatamente se puso de pie y gritó:
 

- ¡Jacinta, allá viene Nuestra Señora mira el relámpago! (Lucía)
 

El relámpago se acercaba poco a poco hacia la encina. Lucía levanta los ojos hacia los cielos y el resto de la gente oye una voz muy fina, pero no entendían lo que decía.
 

“Era como un suave zumbido de abeja”. (María da Capelinha)
 

DE LAS MEMORIAS DE LUCÍA:
 

Después de rezar el Rosario con Jacinta y Francisco y algunas personas que estaban allí presentes, vimos de nuevo el reflejo de la luz que se acercaba, y en seguida apareció Nuestra Señora sobre la encina, de la misma forma que lo hizo en Mayo.
 

– ¿Qué quiere Usted de mí? (Lucía)
Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que recéis el Rosario todos los días. Después de cada misterio, mis hijos, quiero que recen de esta manera. “Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu Divina Misericordia”. Quiero que aprendan a leer y escribir, y luego les diré que más quiero de ustedes.          (Santísima Virgen María).
 

Entonces le pedí la curación de un enfermo.
 

Si se convierte, se curará durante este año.       (Santísima Virgen María)
– Quería pedirle que nos lleve al Cielo. (Lucia).
Sí; a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto. Pero tú te quedarás aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien lo abrace, le prometo la salvación; y estas almas serán amadas por Dios, como flores puestas por mi para adornar su trono.        (Santísima Virgen María).
–¿Me quedo aquí sola? (pregunta Lucía, con sus ojos llenos de lágrimas)
No, hija mía. ¿Sufres mucho por eso? No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios.       (Santísima Virgen María)
 

Fue en el momento en que dijo estas palabras, cuando abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz inmensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al Cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón, cercado de espinas, que parecían estar clavadas en él. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, que pedía reparación. La aparición luego terminó como en la primera ocasión, con la Señora elevándose hacia el este y desapareciendo en la inmensidad de los cielos. He aquí, Exmo. y Reverendísimo Sr. Obispo, a lo que nos referíamos cuando decíamos que Nuestra Señora nos había revelado un secreto en el mes de junio. Nuestra Señora no nos mandó aún, esta vez, guardar secreto; pero sentíamos que Dios nos movía a eso. Todos los allí presentes vieron de repente que Lucía se levantó muy de prisa y con el brazo extendido decía:
 

- ¡Miren, miren, allá va, allá va! (Lucía)
 

Tras la aparición, una vez que pudieron estar los tres videntes a solas, Francisco preguntó a Lucía:
 

- ¿Por qué Nuestra Señora estaba con un corazón en la mano irradiando sobre el mundo aquella luz tan grande que es Dios? Tu estabas con la Virgen en la luz que descendía hasta la tierra, y Jacinta conmigo en la que subía hacia el Cielo. (Francisco)
- Eso es porque tu y Jacinta iréis in breve al Cielo. Pero yo me quedo con el Corazón Inmaculado de María aquí en la tierra. (Lucía)
 

Maria da Capelinha cuenta que cuando Nuestra Señora se posó sobre el árbol, se oía como el silbido de un cohete distante.
 

“Pero nosotros nada veíamos; solamente una nubecilla, a distancia como de un palmo de la rama, que iba subiendo muy despacio, caminando para adelante, hacia el oriente, hasta que se desvaneció del todo”. 

(María da Capelinha)
 

Los niños se quedaron callados, siempre con la vista en aquel punto, hasta que un rato después dijo Lucía:
 

- ¡Ahora ya no se ve!; ya ha entrado en el Cielo; ya se han cerrado las puertas. (Lucía)
 

Uno de los testigos afirmó:
 

“Entonces la gente regresó a la encina milagrosa y cuál fue su admiración al ver que las hojas de la encina, que antes estaban rígidas, ahora estaban inclinadas hacia el oriente, como si la orla del manto de la Señora las hubiese rozado al partir”.
 

Otro de los testigos declaró:
 

“Justo antes de que terminara la aparición, se percibió como un trueno subterráneo proveniente de la encina y se vio levantarse una nubecilla blanca”.
 

Los allí presentes comenzaron entonces a arrancar ramitos y hojas de la copa de la encina, pero Lucía les recomendaba que las arrancasen de abajo, porque las de esa zona no habían sido tocadas por Nuestra Señora. Una de las personas allí presentes dijo: “Recemos el Rosario camino de Fátima”. Serían las cuatro de la tarde cuando los tres niños se retiraron para casa, seguidos por este pequeño grupo. Al llegar al pueblo la gente les ridiculizaba y hasta les insultaba. Jacinta tuvo que soportar burlas hasta en su casa por parte de su familia.
 

De las memorias de Lucía:
 

– Jacinta ven a jugar. (Lucía)
– Hoy no quiero jugar. (Jacinta)
– ¿Por qué no quieres jugar? (Lucía)
– Porque estoy pensando que aquella Señora nos dijo que rezásemos el Rosario e hiciésemos sacrificios por la conversión de los pecadores. Ahora cuando recemos el Rosario, tenemos que rezar las Avemarías y el Padrenuestro entero.

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