SANTO DOMINGO DE GUZMAN

VIDA DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

 

 


 

Nació en 1160, cuando gobernaba la iglesia Alejandro III. aquel Herege llamado Waldon, cabeza monstruosa de los Waldenfes, y Albigenses, unos, y otros remos con que remó el demonio mares de innumerables heregías, conduciendo a los abismos infernales a millares de almas. Sus padres le educaron en la fe católica y desde muy temprana edad lo llevaban a la iglesia. Visitaba los altares y adoraba las imágenes hincando sus rodillas en el suelo. Rezaba las oraciones que sus padres le habían enseñado: el padre nuestro y el ave maría. Era obedientísimo a sus padres. Hacía coro en las iglesias con los sacerdotes acompañándoles en el rezo de los salmos y en el canto de los himnos. Construyo un altar en su casa donde imitaba a los sacerdotes en la celebración de la Santa Misa.
 

A los 15 años se fue a estudiar a la universidad de Palencia. Huía de ese tipo de compañeros que buscaban los vicios y las malas costumbres. Durante su periodo como estudiante, huyó especialmente de las mujeres. Jamás habló con ellas y ni siquiera las miró a la cara. Para vencer a las tentaciones de la carne se armó con las armas del ayuno y las mortificaciones. También hacía abstinencia del vino. Huía de las comedias y los teatros.
 

Llegó una gran hambruna a Palencia. Hubo muchos muertos. Vendió sus libros y repartió el dinero entre los pobres. Tras casi diez años, cuando se graduó, recibió el grado de maestro en la universidad de Palencia. En 1194, a los 25 años, partió hacia la localidad de Osma donde fue ordenado sacerdote. Comenzó su ministerio en el año 1200. Llegó el día feliz en el que celebró su primera Misa. Cuenta el Beato Alano de Rupe que la Santísima Virgen María estuvo en todo momento a su lado durante la celebración. Estuvo 6 años en Osma y fue un ejemplo para todos los canónigos. Era muy riguroso en los ayunos y continuo en la oración.
 

LA VIRGEN MARÍA LE DA A SANTO DOMINGO EL ROSARIO
 

Seguían los herejes albigenses propagando sus errores doctrinales hasta que hicieron pública una nueva herejía con la que hicieron sufrir mucho a Santo Domingo. Se trataba de una blasfemia contra la pureza de la gloriosísima Virgen María. También condenaban su elevada santidad. Con estas nuevas herejías Santo Domingo padeció un verdadero martirio viendo el arca mística de Maria con el mayor ultraje que ha cabido en lengua sacrílega. Viendo Santo Domingo que no lograba mover sus corazones ni con la oración, ni con los ayunos que hacía ni con las disciplinas que se daba, ni con las lágrimas que vertía, se retiró a un desierto para llorar allí en soledad. Se alojó en una gruta y allí estuvo 3 días sin comer ni beber. Dejó en el suelo ríos de lagrimas. Con unas cadenas comenzó a azotar su cuerpo ofreciendo a Dios de esta forma reparación por los pecados de los Albigenses. El suelo cubierto de lágrimas ahora se mezcló con mucha de su sangre. Se disciplinó con tanta fuerza que cayó desmayado. Viendo el Cielo aquel soldado tan herido de amor, postrado en el suelo casi sin aliento y sin vida, envió Dios a su Madre y Reina de los cielos para asistir al santo. 

Acudió María Santísima a la cueva a dar consuelo a su siervo acompañada de muchos ángeles, llenándose de gloria la gruta y acercándose a el, le agarró la mano. Acompañaban a María tres vírgenes con ornato regio a quien seguían otras cincuenta vírgenes. Entonces la santísima virgen María le dijo:
 

“Domingo, hijo y esposo que con tanta fortaleza inspirado de Jesús, has peleado contra los enemigos de la Fe. Aquí tienes presente a la que invocas. No desmayes en tu empresa, no formes desaliento con la dureza de estos perdidos corazones. Al mundo predicó mi Hijo, hallándole en el estado de su mas ciega ruina. Bien sabes lo que padeció hasta dar su vida en una Cruz. Dios y hombre era el Predicador y no todos abrazaron su Fe, ni dieron honor a su Madre. No te aflijas, cuando ves que no se logra en todos el fruto de tu predicación, porque no es defecto tuyo, ni de la palabra que predicas. Procura predicarles mi Salterio, fijando en las almas de esta ciega gente los Misterios de la Encarnación, Vida y Muerte de mi Hijo. Que sea este tu mayor cuidado como glorioso empleo. Te lo fío, y cree de mi que será dulce y copioso el fruto. Toma este Rosario, en cuyos quince dieces hallarás significados los Misterios Gozosos, Dolorosos y Gloriosos. Con ellos vencerás a los enemigos protervos de la Fe. Apagarás el fuego de la herejía y renovarás al mundo”.
 

Tomó Santo Domingo el rosario y se lo guardó como reliquia que era en su bolsillo. A continuación la Virgen le habló:
 

“Yo soy la Reina del Cielo y de la tierra e impetro estos jubileos. La primera quincuagena que viste lo cándido y puro representa la Encarnación. La segunda, que se adorna de lo purpureo, significa la Pasión de mi Hijo. La tercera que se adorna de estrellas, la Resurrección. Predica pues, mi Salterio constantemente a la ciudad. Acomete confiado a los enemigos y donde hubiere multitud, persuade esta oración y cree firmemente, que verás grandes maravillas de la Divina y admirable Potencia”.
 

Santo Domingo sigue el consejo de María Santísima y se dirige a Tolosa, con el rosario que la Virgen le había dado en sus manos, para encontrarse con los Albigenses. Nada más entrar en Tolosa comenzaron a sonar las campanas de todas las iglesias al mismo tiempo, pero no porque los monaguillos se hubieran puesto de acuerdo, sino por intervención Divina. Al ver la gente que nadie tiraba de la cuerda de las campanas entendieron que Dios estaba interviniendo y eran sus ángeles quienes realizaban esa tarea. Los corazones de los herejes se llenaron de terror. Los Tolosarras acudieron a la Iglesia donde se encontraron a Santo Domingo rezando el Santo Rosario. Viendo Dios que los Tolosanos despreciaban el Santo Rosario y las predicaciones que hacía Santo Domingo desde el púlpito envió a Tolosa una tormenta con espantosos truenos. El aire se llenaba de relámpagos asombrosos y amenazantes y aterradores rayos caían sobre la ciudad. Comenzó un movimiento sísmico en el que la tierra no solo se movió sino que se abría amenazando a los herejes con engullirlos. Entonces muchos recordaron el salmo 105: “Se abrió la tierra y se tragó a Datán. Y las llamas devoraron a los pecadores”.
 

Estando Tolosa casi inundado, Dios hizo que las corrientes de las aguas castigaran violentamente a los herejes. Los vientos con sus feroces bramidos asustaban hasta al más valiente de los varones. Todos los allí presentes comenzaron a gritar de miedo con tanta fuerza que no se podía oír a Santo Domingo quien continuaba su predicación. Percatándose de ello, el Santo elevó su voz:
 

“Oh, ciudadanos de Tolosa, esto que habéis visto es voz de la enojada diestra del excelso. Dad lugar a Dios, que llama a las puertas de vuestros rebeldes corazones. El es el que os aterroriza en las nubes, no para daros la muerte, sino la vida. Esta plaga amenaza a las cabezas. Si queréis huir de esta pena, poned los ojos en la que se compone de una eternidad. Esperad la salud en Jesús y en María Santísima su madre. Tomadla por abogada, pues su amor nada os niega. Abjurad las herejías y creed que veo delante de mi ciento-cincuenta Espíritus Angélicos enviados del Cielo por Cristo y su Madre para vuestro castigo”.
 

En medio de las voces del Santo se oían otras voces roncas y confusas de los demonios que con aullidos decían melancólicos:
 

"¡Ay de nosotros, que por el Rosario somos constreñidos con cadenas de fuego y arrojados al abismo!".
 

Tanta era la confusión de aquellas voces diabólicas, que apenas se podían oír las voces que daba Santo Domingo al rezar el rosario. Estaba en la iglesia una imagen de nuestra Señora que a la vista de todos levantó al Cielo el brazo derecho como pidiendo venganza aquella que es Madre de la Misericordia. 

Al ver esto Santo Domingo vuelve a dirigirse a los allí presentes:
 

“Tened entendido, que mientras por el Rosario no buscareis a esta Abogada, no ha de bajar el brazo que ha levantado por vuestra protervia. Mirad que la tenéis airada con vuestras blasfemias. Aplacadla con rendidas súplicas y aflojará el brazo, que os amenaza tan rigoroso”.
 

Viendo los herejes tan sobre sus espaldas los azotes, ya en el brazo levantado de la Virgen, ya en las amenazas con que los persuadía aquel su bendito apóstol, se movieron de manera aquellos corazones que arrojándose al suelo aquella muchedumbre que se componía de hombres y mujeres, empezaron a levantar al Cielo los gritos con tanta emoción y tan extraordinario arrepentimiento, que retirada la sangre de las mejillas, se les pusieron pálidos los rostros y de espanto entre aullidos, en lugar de llantos, daban desusados temblores sus cuerpos. Se daban bofetadas a si mismos y herían a recios golpes sus pechos, echando polvo sobre sus cabezas y arrancándose mechones enteros de sus cabezas. Gritaban aquellas dichosas voces a Dios y a su Madre Santísima, pidiendo a Dios su misericordia y a la Virgen su intercesión, siendo para el Cielo una armonía gloriosa. Viendo Santo Domingo que estaban tan arrepentidos se hincó de rodillas delante de la imagen de la Virgen, que todavía tenía el brazo levantado hacia el Cielo, y con sus ojos llenos de lágrimas le dijo a la Santísima Virgen:
 

“Virgen poderosa, vuelve los ojos a estos penitentes. Oye sus súplicas, que con el rubor de lo pasado y con el dolor de lo presente, prometen la enmienda. Depón, Madre amantísima, las iras. Deja, dulcísima Señora, las amenazas y baja este brazo tan poderoso al seno de tu indecible clemencia”.
 

Nada más hacer esta súplica el brazo de la imagen se bajó y se colocó en la posición original, junto a su pecho. Se pararon los vientos y cesaron los truenos y los relámpagos. Se terminó el terremoto y se cerraron esos agujeros en la tierra que amenazaban con tragarse a los herejes. 3.000 herejes renunciaron a sus herejías y se convirtieron a la fe católica. Fue tanta la emoción que al día siguiente concurrieron a la Iglesia los Tolosanos vestidos de blanco y en sus manos llevaban luces encendidas. Santo Domingo les instruyó en los Divinos Misterios y les exhortó a rezar diariamente el santo Rosario.
 

SANTO DOMINGO FUNDA SU PRIMERA COFRADÍA
 

En la navidad del año 1200. Santo Domingo y Bernardo fueron secuestrados por unos piratas. Algunos de ellos eran musulmanes y otros eran malos cristianos. Llevaban ya 3 meses de penoso cautiverio cuando Santo Domingo comenzó a predicarles, instándoles a la penitencia. Estos endurecieron todavía más sus corazones. De repente se armaron de furia los vientos y se formó una gran tormenta que llenó a los piratas de amargas confusiones. Se acumuló tanta agua en el barco que los navegantes tenían que nadar para sobrevivir. Viendo mi Patriarca la ceguedad de aquellos miserables, tomó un Crucifijo y empezó de nuevo a exhortarles para que con la penitencia borrasen la culpa que los tenia en tanta tormenta. Les instó a que se valiesen de la intercesión de MARÍA Santísima. Sin embargo ellos continúan en su necedad y ni con el golpe de la tempestad se reducen, ni con las voces del Santo Predicador se mueven; antes bien, con mayor locura le menosprecian, y le tratan como a un loco, dándole golpes con palos, soltando sus lenguas en blasfemias contra Cristo, y su Madre Santísima. Santo Domingo trató entonces de persuadirlos a la penitencia pero su intento fue en vano.
 

Santo Domingo comenzó a orar a la Virgen María pidiéndole ayuda y la Reina del Cielo se le apareció y le dijo:
 

“Si quieres ganar estas almas perdidas, y sacarlas de los lazos, y cadenas del demonio, ha de ser por medio de mi Rosario. Diles, que elijan una de dos: o perecer eternamente o rezar mi Rosario, mudando de vida y fundando una Cofradía que lleve el nombre de Jesucristo y el mío. Y si lo hacen, y con firme propósito lo ofrecen, formarás la señal de la cruz en el aire, cesará la tormenta y aplacaré a mi Hijo y ellos llegarán con felicidad al Puerto. Mas si no quisieren y continúan como obstinados ciegos, te sacaré del peligro solo a ti caminando a pie enjuto sobre las aguas que a ti te serán obedientes mientras que a ellos les serán rebeldes y serán precipitados en los abismos”.
 

Santo Domingo les transmitió este mensaje y los piratas aceptaron su petición. Rezaban cada día el Santo Rosario y se volvieron muy devotos a esta devoción. Fue entonces, en la víspera de la anunciación de María Santísima y de la Encarnación del verbo, cuando Santo Domingo hizo la señal de la cruz y mandó a la tempestad que cesase y como la Virgen prometió, ¡se produjo el milagro! Todos los piratas estaban asombrados al ver como al instante cesó la tormenta. Fue en ese momento cuando la Reina de los Cielos volvió a aparecerse pero esta vez no solo a Santo Domingo sino a todos los navegantes del barco y les dijo:
 

“Ya habéis oído a mi Domingo. Oídme ahora a mi. Yo soy vuestra madre. En mi tendréis todo patrocinio. Caminad seguros , y cumplid lo que habéis prometido, que todo beneficio pide correspondencia, si no es ingrato el que lo recibe. Mirad que así amparo a los que militan, y siguen las banderas de la devoción que os he dicho y en señal de la dicha que habéis logrado, saliendo de tan amargo conflicto, se verá vuestra Nave restituida a mejor estado que tuvo a los principios”.
 

Al cabo de unas horas se volvió a aparecer la Santísima Virgen esta vez solo a Santo Domingo para decirle que recuperarían todo aquello que habían echado al mar durante la tempestad. Cuando Santo Domingo les transmitió este mensaje a los piratas, estos alabaron a Dios y rezaron el Rosario con mucha devoción. De repente oyeron unas voces tristes y tenebrosas. Decían con grandes quejas los demonios:
 

“Domingo es el que nos mata, Con el Rosario nos prende, dando libertad a nuestros cautivos. Este es el azote con que castiga nuestra malicia: yugo pesado , que pone sobre nuestras espaldas. Ay de nosotros Ay de nosotros, que así perdemos la presa de las manos, ligando nuestro poder con la cadena del Rosario! Ay de nosotros, que la eficacia de esta devoción libra a los hombres del infierno, cuando el sheol tiene mas abierta la boca para tragarlos”.
 

Esto decían los demonios a los oídos de aquellos navegantes que tenían cautivos, quienes confesaron como por el Rosario habían conseguido la libertad que no pensaban, ni merecían. Instruidos ya los marineros reanudó el viaje la nave con viento feliz, hasta que llegaron a las Playas de Bretania, tomando en ellas el puerto, después de tan tormentosa navegación. En ellas hallaron todas aquellas cosas, que habían echado al mar en el tiempo de la tribulación, como se lo había prometido la Virgen a Santo Domingo, para que viesen con cuanta largueza favorece esta Señora a los que con afecto buscan su arrimo. Saltaron en tierra, besando aquellas arenas agradecidos, cuando pensaban verse en ellas enterrados. Formaron una devota procesión; y rezando el Rosario caminaron a la Iglesia, donde fundaron una Cofradía como lo había ordenado la Reina del Cielo. Los musulmanes solicitaron el bautismo y abrieron los ojos esos malos Cristianos que estaban con ellos a una verdadera conversión. Todos ellos continuaron cada día realizando juntos el salterio de María con gran devoción. Así fue como Santo Domingo fundó su primera cofradía, en alta mar y posteriormente en Tolosa integrada por musulmanes y malos cristianos convertidos de todo corazón en fieles devotos de la Santísima Virgen.
 

15.000 DEMONIOS.
 

Había un hereje en Tolosa que estaba haciendo mucho daño con sus predicaciones heréticas ya que estaba arrastrando al error a muchos católicos. Santo Domingo hizo todo lo posible por convertirlo pero no tuvo éxito. Por la boca de ese hereje, hablaba el mismísimo demonio. Santo Domingo recurrió con sus oraciones a la Santísima Virgen María quien escuchó sus súplicas y quien le explicó que este hereje había sido castigado por Dios con la posesión demoníaca de 15.000 demonios que le oprimían y atormentaban sin piedad. Antes de comenzar el exorcismo le ataron los pies con cadenas de hierro mientras el poseso daba crueles voces. Gritaba, blasfemaba y hablaba en diferentes idiomas.
 

Descubría los pecados ocultos de muchos de los allí presentes. En cuanto Santo Domingo se acercó a el se oyó un murmullo de voces como si hubiera muchas personas hablando al mismo tiempo. En ese momento, Santo Domingo comenzó el exorcismo.
 

- Espíritus malignos, en nombre de la Santísima Trinidad y de la gloriosa y bienaventurada virgen María, y en honor del Santísimo Rosario que ahora os predico, os mando, que respondáis claramente a las preguntas que os vaya haciendo. ¿Cuantos estáis en este miserable y que ocasión os dio para que tan cruelmente lo atormentéis?
 

Compelidos los demonios con la preguntas del Santo, respondieron:
 

- La primera causa por la que entramos fue por la irreverencia que cometió contra la Madre de Dios. La segunda, por su incredulidad, pues estando tu predicando, menospreció tu doctrina, haciendo escarnio de las verdades católicas, contradiciendo públicamente tus sermones, procurando irritar contra ti a las cabezas principales de la herejía por lo cual hemos entrado en el 15.000 demonios, por haberse atrevido a hablar mal del Rosario de la Madre de Dios.
 

- ¿Por que sois 15.000?
 

- Por los 15 decenarios del Rosario contra los que él tanto había ladrado.
 

- ¿Es cierto lo que yo predico sobre el rosario?
 

Aquí fue donde, dando gritos clamorosos, dijeron:
 

- Infeliz sea la hora en que entramos en esta estatua tan sucia y torpe. ¡Ay de nosotros! ¿Por que no lo ahogamos antes de haberlo poseído? En el somos atormentados con duras cadenas para decir la verdad que es muy dañosa para nosotros y nuestro reino. Oid vosotros los cristianos: Todo lo que este Domingo, insaciable enemigo nuestro, ha predicado de María y su Rosario es verdad infalible y debéis creer que os vendrá gran ruina si no dais entera fe a sus palabras.
 

- ¿Quien es la persona que mas odiáis?
 

- ¡Tu! Porque con tus oraciones, penitencias y predicaciones enseñas el camino del Cielo y nos despueblas el Infierno, quitándonos tiranos, ricos, y grandes despojos. Mas ten en cuenta que tienes irritada a nuestra tenebrosa república que ya ha despachado sus valentísimos moradores para que hagan sangrienta guerra contra ti y todos los tuyos.
 

Oyendo esto Santo Domingo echó el rosario el cuello del poseso y les dijo:
 

- ¿Quienes son entre los cristianos los que mas se condenan en todos los estados?
 

El endemoniado comenzó a arrojar mucha espuma y sangre por su boca y respondió:
 

- La gente poderosa, regalada y rica. De esos poseemos un gran número. De la gente rústica tenemos pocos porque de ordinario estos no cometen tantos pecados. De los Mercaderes y Ciudadanos tenemos muchos quienes con sus deleites carnales bajan al infierno.
 

- Os conjuro que me digáis que santo hay en el Cielo a quien vosotros le tenéis mas temor y a quien los hombres deben dar mas gloria.
 

Tras hacer esta pregunta fueron tales y tantos los aullidos que dieron que muchas personas allí presentes cayeron al suelo del espanto. Entre la confusión de aquellas voces tan espantosas dijeron los demonios:
 

- Domingo, nosotros te responderemos, mas ha de ser aparte, no en presencia de esta muchedumbre.
 

Viendo el Santo la reticencia y conociendo la diabólica malicia, se postró en tierra e hizo oración a su Madre poderosa, rogándole por su Rosario Santísimo los compele a confesar la verdad que tanto temor tenían a revelar. A esta oración, el poseso comenzó a echar fuego por la boca, ojos y narices provocando un gran asombro en todos. Viendo la tardanza en la respuesta, volvió mi glorioso Padre a implorar el auxilio y ayuda de la Soberana Virgen para que respondiesen a lo que les mandaba. Y como la oración de Santo Domingo era tan eficaz, se abrió el cielo y bajó la Santísima Virgen María hasta ese lugar. Muchos de los allí presentes la vieron y dieron testimonio de ello. Estaba rodeada de cien ángeles que resplandecían mucho y le hacían angelical trono. Traía la Madre de la Misericordia una vara de oro en la mano con la que hirió al poseso, mandándole que responda a la pregunta que le había hecho Santo Domingo. Al sentir el poseso el golpe, empezaron con el toque a humear aquellos diabólicos seres presentes en su cuerpo y dijeron:
 

“¡Oh enemiga nuestra, y nuestra confusión! ¿Para que bajaste del Cielo? ¿Para atormentarnos? Por ti estamos obligados a publicar el medio que nos confunde. Y vosotros Cristianos, oid: Esta María, Madre de Dios, es poderosa para librar a sus siervos de los despeñaderos del infierno, la que como el sol, deshace las tinieblas de nuestros engaños diabólicos y aunque a la fuerza confesamos, que ninguno se condena si persevera en su devoción, (el Santo Rosario) porque un suspiro y clamor que Ella ofrece a la Santísima Trinidad, excede a los ruegos de todos los Santos del Cielo. Tememos más a esta Señora que a todos los ciudadanos del Cielo. También os decimos, que muchos Cristianos que la invocan al morir se salvan, aunque a nuestro parecer, contra todo derecho. Y si no hubiera reprimido nuestras potencias maliciosas, hubiéramos destruido la cristiandad y pervertido a la mayor parte de los estados de la Iglesia. Y con la misma fuerza confesamos, que NINGÚN FIEL QUE PERSEVERE EN LA DEVOCIÓN DEL ROSARIO, SE CONDENARÁ, porque Ella les alcanzará de Dios la verdadera contrición de sus pecados, para que confesando todas sus culpas consigan el perdón de ellas”.
 

Apenas oyó lo dicho, santo Domingo exhortó a todos los allí presentes a rezar el Santo Rosario y sucedió que según aquellos cristianos iban rezando las Ave Marías, iban saliendo del poseso muchedumbre de demonios, en forma de brasas y carbones encendidos. Algunos de esos católicos dieron testimonio de haber visto como la Reina del Cielo les daba su bendición. El poseso quedó libre de los 15.000 demonios que le poseían y que como cadenas lo tenían ligado. Muchos de los herejes allí presentes, tras presenciar estos hechos, abrieron sus ojos al conocimiento de sus errores y renunciaron a la herejía. Volvieron a la fe católica y dieron fiel servicio a la Virgen todos los días de su vida con el rezo del Santo Rosario.
 

LAS 15 PROMESAS.
 

Un día Santo Domingo se encontraba haciendo oración cuando se le apareció la Reina de Cielos y Tierra para comunicarle 15 gracias que recibirían aquellos católicos que recen cada día con piedad la devoción completa del Santo Rosario. Son 15 promesas porque 15 son los misterios que componen el Salterio de María. Prestad atención a las 15 promesas que Nuestra Madre prometió a los devotos del Santo Rosario:
 

1. Quien me sirviere rezando constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
3. Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
4. El que con devoción rece mi Rosario, meditando en sus misterios, no se verá oprimido por la desgracia; se convertirá, si es pecador, perseverará en la gracia si es justo, y en todo caso, será admitido en la vida eterna.
5. Todo cuanto se pidiere por medio del Rosario, se alcanzará prontamente.
6. El Rosario será un escudo fortísimo contra el infierno, destruirá los vicios, librará de pecados y abatirá la herejía.
7. El Rosario hará germinar las virtudes y hará que las almas consigan copiosamente la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor de Dios al amor del mundo y lo elevará a desear las cosas celestiales y eternas.
8. El alma que se me encomienda por el Rosario, no perecerá.
9. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los auxilios de la gracia. (Los sacramentos o la gracia de la contrición perfecta).
10. Quiero que todos los que rezan mi Rosario tengan en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados. (se salvarán).
11. Yo libro muy pronto del purgatorio a las almas devotas de mi Rosario.
12. Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
13. He impetrado de mi Hijo que todos los cofrades del Rosario tengan en vida y en muerte, como hermanos, a todos los bienaventurados de la corte celestial.
14. Los que rezan mi Rosario son todos mis hijos muy amados y hermanos de mi unigénito Jesús.
15. La devoción del Santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria. (Garantía de salvación).

 

SANTO DOMINGO FUNDA EL TRIBUNAL DE LA SANTA INQUISICIÓN
 

Fue Santo Domingo quien fundó el tribunal santo de la inquisición para combatir a los herejes de modo que aquellos sarmientos que se aparten de la verdadera fe fuesen arrojados al fuego como dice en San Juan. Dios inspiró a Santo Domingo para juzgar y castigar a los herejes a través de este tribunal. Hubo un hereje llamado Poncio Rogerio que por la gracia de Dios se convirtió y renunció a la secta albiguense. Santo Domingo lo juzgó en el tribunal y estableció la siguiente penitencia para el: 3 domingos seguidos será llevado desde la puerta de la Villa hasta la puerta de la iglesia recibiendo azotes en su cuerpo. Prohibido comer carne el resto de su vida además de huevos, leche y manteca excepto los días de pascua de resurreción, del espiritu santo y de la natividad del señor. Debe ayunar 3 cuaresmas al año y 3 días a la semana durante toda su vida. Debe llevar dos cruces en su pecho, una sobre el lado derecho y otra sobre el lado izquierdo. Debe oir misa todos los días de su vida. Que rece por las horas canónicas del día, por cada una diez veces el padre nuestro y por maitines veinte veces. Que guarde castidad total para siempre. Que los primeros días de cada mes se presente con esta sentencia ante su sacerdote y en el caso que no cumpla con esta penitencia, sea habido por hereje, perjuro y excomulgado y apartado para siempre de la comunión con los fieles.
 

Esta fue la primera sentencia que dictó Santo Domingo de guzmán quien también estableció a los fieles católicos la prohibición de tener en sus casas a herejes ni siquiera si fuera una breve visita además de toda familiaridad con ellos. No podemos tener amistad con herejes. Tan bien hizo su trabajo Santo Domingo que tanto el Papa Inocencio III y el Papa Honorario III le dieron el oficio de Inquisidor. Santo Domingo fundó tribunales de la Inquisición en varios países entre ellos, Francia, España e Italia.
 

En 1680, en el primer auto de Fe que se celebró en castigo de los Albigenses, hubo trescientos de ellos que fueron castigados a la pena de muerte en la hoguera como castigo a ser herejes a pesar de que Santo Domingo los exhortó a la penitencia y se les ofreció la dispensa si abrazaban de nuevo la fe católica. Sus intentos fueron en vano. Santo Domingo derramaba copiosas lágrimas al ver a los herejes ardiendo en la hoguera porque sabía que esas almas estaban ya condenadas.
 

SANTO DOMINGO Y SAN FRANCISCO DE ASIS SALVAN AL MUNDO DEL CASTIGO DIVINO
 

Santo Domingo viaja a Roma a pedir permiso al Papa para fundar su orden de predicadores. Una noche que Santo Domingo estaba en oración tuvo una visión maravillosa. Estaba su alma bendita en una oración elevadamente extática, cuando vio a Jesucristo, no como Maestro, sino como Juez. No como cordero, sino como león, que ocupaba el trono donde resplandecía con majestad y grandeza. Tenía un aspecto de enojo, con demostración de ira y en la mano sostenía tres lanzas, cuyas aguzadas puntas se encaminaban sangrientas para asolar al mundo. De repente vio como la Reina del Cielo, se arrojó a los pies de su enojado Hijo y abrazando sus pies con ternura le pidió que usase de misericordia con los que había redimido, atendiendo al precio de su derramada sangre que clamó en la cruz. Viendo Nuestro Señor a su bendita Madre en aquella postura de tan tierna postración, le manifestó la causa que tenía que hacer justicia por semejantes males. A la propuesta del enojado Juez replicó la piadosísima Madre:
 

“Hijo mío, esta vez os suplico useis con ellos de vuestra clemencia, recibiendo su penitencia y mi súplica, que yo tengo quien ponga en razón a estos miserables que andan tan fuera de ella, y los reduzca al conocimiento doloroso de sus culpas, con que aplaquen vuestro enojo, tan juntamente irritado con sus miserias”.
 

Esto le dijo la Reina de los Cielos presentándole a Nuestro Señor a Santo Domingo y San Francisco de Asís. Le dijo la Reina del cielo:
 

“Estos serán los que como muros inexpugnables se opondrán a los pecados contra las malicias del demonio, para que vean remediados los males del mundo, cuyos desconciertos os tienen tan lastimosamente ofendido”.
 

Aceptó el justo Juez del Cielo a estos dos capitanes valerosos que la Santísima Madre ofrecía. Dijo Jesús que comenzasen su conquista de almas y que esperaba de todos los hombres que hicieran penitencia. Ya en Roma, se encontró Santo Domingo con San Francisco de Asís y se abrazaron. Santo Domingo le reveló la visión que había tenido para que supiese como el había sido elegido para esta bendita misión. San Francisco de Asís le dijo que ya conocía esta misión que Nuestro Señor también a el se lo había manifestado. Comenzaron una Santísima amistad y se pusieron manos a la obra. El Papa Honorio III confirmó ambas órdenes, la de Santo Domingo y la de San Francisco de Asís.
 

EL PECADOR RODEADO DE DEMONIOS
 

Hubo un pariente de Santo Domingo que era en fervoroso pecador. Este pecador comenzó a desesperarse y pensó que no sería posible su conversión y comenzó a pensar en quitarse la vida. Se presentó en la iglesia en el momento en que Santo Domingo estaba predicando. El santo puso en el sus ojos y observó que estaba rodeado de demonios. Santo Domingo tuvo lástima de el y comenzó a predicar sobre el gran mal que es el pecado. Este pecador prestó atención y comenzó a aficionarse a la doctrina del predicador. El segundo día volvió al sermón y Santo Domingo rogó interiormente a Dios por el. Dios escuchó sus súplicas y concedió a todos los fieles la gracia de poder visualizar los demonios que acompañaban a este pecador. Los fieles sintieron tanto horror que comenzaron a huir del templo. Este pecador se percató que la gente huía de el y exclamó:
 

“Gran perdición es la mía, pues hasta los más cercanos, como domésticos huyen de mi”.
 

Santo Domingo ordenó a un compañero suyo llamado Fray Bernardo que le diera un rosario y le ordenara rezarlo todos los días antes de que la ira de Dios cayera sobre el. Este pecador se arrodilló rosario en mano enfrente de una imagen de la Santísima Virgen y comenzó a rezar el rosario suplicando a la Reina del Cielo que le ayude a enmendar su vida y a hacer penitencia por sus pecados. Tras rezar el rosario acudió en busca de Santo Domingo con quien hizo una confesión con verdadero arrepentimiento de sus pecados. Por cada pecado que confesaba sentía como si le soltaran una cadena que amarraba su cuerpo. Santo Domingo dudaba que penitencia darle y acudió a la imagen de la Virgen, se arrodilló y le pidió luz a la Reina del Cielo. Entonces Santo Domingo oyó la voz de la virgen venir de la imagen y le dijo que como penitencia debía rezar cada día de su vida la devoción completa del Rosario. Acudió Santo Domingo a este pecador a comunicarle la penitencia y el arrepentido penitente se inscribió en la cofradía del Rosario. Desde entonces su vida cambió por completo. Desarrolló tanto sus virtudes que en una ocasión hubo testigos que vieron como al que un día le rodeaban demonios ahora le rodeaban ángeles que le colocaban una corona de rosas sobre su cabeza.
 

BENEDICTA
 

Benedicta era una señora bien rica y hermosa de la ciudad de Florencia. Sus padres la malcriaron con toda clase de regalos y caprichos y con total libertad para asistir a fiestas, banquetes y otras actividades mundanas. Benedicta se convirtió en el lazo de perdición para muchos hombres. Predicaba en aquella ciudad Santo Domingo en el año 1220. Entre los muchos que acudían a oir sus sermones estaba aquel día Benedicta, aunque acudió más atraída por el gran número de gente que por escuchar al gran Santo. Tras oir el sermón sintió su alma tan herida que nada más bajar Santo Domingo las escaleras del púlpito, Benedicta se postró a sus pies llorando y le suplicó que le ayudara a emprender el camino que lleva al Cielo. Santo Domingo le hizo una confesión general y le encargó que se encomiende a la Santísima Virgen y abogada suya para que le favoreciese con Ella hace con los afligidos pecadores.
 

Y como Dios suele dar el castigo, para que sea más constante el arrepentimiento, mandó a un demonio para que la poseyese durante un año. Poco antes de cumplir el año, la Bondad Divina por intercesión de Santo Domingo, la sacó del diabólico cautiverio. Tras ser liberada, Santo Domingo le ordenó que rezase cada día la devoción completa del Santo Rosario para que de este modo, perseverase sin flaqueza. Benedicta perseveró solo unos días hasta que dejo de rezar el Rosario y fue entonces cuando los demonios lograron que regresara al vómito asqueroso de sus vicios. Acudió Santo Domingo en su ayuda y echó de su casa a un grupo de hombres que estaban como fieras en una cueva listas para atacar a su presa. Santo Domingo le instó a volver a confesarse y reanudar la devoción del Santo Rosario pero Benedicta deshoyó su petición. Volvió el demonio a atormentarla con tanta furia que no cesaba mas que cuando Benedicta rezaba el Ave María. Así pasó varios días hasta que Nuestro Señor Jesucristo quiso la puso en su juicio para que el temor acabase con sus ataduras al pecado. En su juicio vio a muchas almas que por su causa estaban condenadas en el infierno debido a los pecados que ella les hizo cometer. Viendo esto, Benedicta dijo:
 

"¡Ay de mi, que he sido un retrato del infierno y un lago de condenación! ¡Ay de mis padres que por criarme con libertad he llegado al estado miserable en que ahora me encuentro! ¡Ay de todos aquellos, que con sus malos consejos han dado conmigo en el cieno asqueroso de tantas culpas!".
 

Estando acongojada con estas vistas se le apareció en espíritu Santo Domingo y le dijo que con profunda humildad se postrase a los pies de la Reina del Cielo como abogada que Ella es de los pecadores, y le suplicase que fuese su medianera para con Dios en aquel tan tremendo juicio. Así lo hizo Benedicta entre profundos llantos, y gracias a la intercesión de la Santísima Virgen se le concedió tiempo para hacer penitencia por sus escandalosos pecados.
 

Al día siguiente, oyendo la misa de Santo Domingo, se le pusieron delante suya todas las culpas que había visto representadas en el juicio, y con ellas un deseo vehemente de que se le borrasen. Estando tan bien ocupada en este afecto, vio que la Reina del Cielo le daba cinco rosas hermosísimas con que borrase los caracteres de aquellas escrituras tan ennegrecidas. En la primera rosa, estaban escritas con letras de oro estas palabras:
 

“Acuerdate, hija, de la gravedad de tus culpas y de la misericordia que ha usado Dios contigo”.
 

En la segunda estaba escrito:
 

“Ten en la memoria la muerte inocentísima de Jesucristo y en ella, y en la rigorosa vida de los Santos verás el aborrecimiento que tiene Dios a los pecados, pues quiso más, que muriese Su Hijo que dejar al pecado sin castigo”.
 

En la tercera rosa estaba escrito:
 

“Acuerdate del pecado de Adan y de los ue han sucedido en el mundo y conoceras que siendo los tuyos tan numerosos y mereciendo penas (habiendo sido tu primer Padre arrojado del Paraiso por solo uno) no se ha ejecutado contigo la sentencia, siendo tantisimos pecados”.
 

En la cuarta rosa estaba escrito:
 

“Acuerate que te escogió Dios para que nacieses en tierra de Cristianos, e hija suya: beneficio del que carecen casi infinitos, que son hijos de ira y siendo tu la que eres, no ha hecho esto contigo; antes si te ha sacado del cieno de tus culpas, cuando no ayudaba para ello tu mala vida”.
 

La quinta rosa decía:
 

"Revuelve en tu memoria las penas temporales con que castiga Dios a los pecadores. Lo que pasó Caín por la muerte de Abel, los desastres de Cham, porque se burló de su padre Noe y siendo sus maldades tantas y tan graves, no ha usado tal rigor contigo. Advierte, que innumerables almas están ahora ardiendo en los infiernos por menores pecados que los tuyos, los cuales darían mucho porque se les diese un breve espacio de penitencia para borrar sus culpas y Dios a ti, por su Infinita Misericordia, te lo ha concedido".
 

Con esta visión tan maravillosa, Benedicta quedó tan trocada que desde entonces fue un singular ejemplo de virtud. El Cielo le regaló a Benedicta otra nueva visión maravillosa. Fue durante la Santa Misa que celebraba Santo Domingo. En un momento dado, vió que la Virgen María asistía a Santo Domingo quien tenía llagas en manos, pies, costado y su cabeza estaba coronada de espinas. Tras la consagración se le apareció Jesucristo en la cruz justo encima del altar, quien con sus llagas rociaba a Santo Domingo. Al acabar la Misa, Jesucristo le ayudó a Santo Domingo a quitarse las vestiduras sacerdotales propias de la celebración de la Santa Misa.
 

Tuvo otra nueva visión Benedicta en la que se le apareció Jesucristo y le mostró el libro en el que estaban escritas sus culpas, aunque en blanco, porque ya estaban borradas y le dijo:
 

“Con las rosas que te dió mi Madre y con tus gemidos, se han borrado tus culpas. Ya está el libro limpio y lo puedes hacer libro de la vida”.
 

En otra visión le encomendó la Virgen María a hacer la devoción del Santo Rosario. Así lo hizo la dichosa Benedicta hasta el final de su vida y llena de virtudes voló finalmente al descanso de la Gloria gracias a los favores que recibió de Nuestra Señora.
 

EL BANDOLERO ITALIANO
 

Había un vandolero en Italia que se dedicaba a robar haciendas y asesinar a viajeros de la zona a los que posteriormente les quitaba sus pertenencias. Tuvo conocimiento de este pecador Santo Domingo y salió a buscarle. Una vez lo encontró, Santo Domingo le dio una serie de buenos consejos persuadiendole a que dejase aquella vida tan escándalosa e instándole a seguir el camino del Cielo. Sin embargo este bandolero estaba tan obstinado que no escuchó sus consejos. Como último intento, Santo Domingo le instó a rezar el Santo Rosario todos los días. El malvado bandolero aceptó su propuesta y comenzó cada día a rezar el salterio de María. Sin embargo, continuaba también cada día con sus fechorías. Por un lado rezaba el rosario y por el otro seguía matando personas para apropiarse de sus posesiones.
 

Un día cayó gravemente enfermo y a pesar de que el creyó llegar a recuperarse, le llegó la muerte cuando menos se lo esperaba. A pesar de que no era muy querido en esa zona debido a sus fechorías, le dieron sepultura enterrando su cuerpo cerca del camino donde asaltaba a sus víctimas. Durante dos años su cuerpo estuvo enterrado en este lugar hasta que un día pasó por ahí Santo Domingo con sus religiosos. Al pasar cerca del lugar donde se le dio sepultura al bandolero, se oyeron unas voces que provenían de su tumba:
 

“Padre Fray Domingo, Siervo de Dios, compadeceos de mi”.
 

Se volvieron a oír estas palabras varias veces, mezcladas con algunas quejas que lastimaban los corazones de los allí presentes. Santo Domingo y sus religiosos comenzaron a abrir el sepulcro y según quitaban la tierra vieron como se levantaba un hombre lleno de aquel polvo, con un rostro pálido amarillento. Todos quedaron estupefactos al presenciar que el malvado bandolero estaba vivo. Puesto en pie, y con la mortaja con la que entró en el sepulcro, se arrojó a los pies de Santo Domingo y le pidió que le confesase. Absortos con esta maravilla, le preguntaron, cuando había muerto y quien lo había enterrado. El se identificó como el temido bandolero de Italia, famoso por los homicidios, robos y males que había cometido. Contó que habiendo enfermado entre sus compañeros, le había cogido un parasismo bien dilatado, y que sus compañeros pensando que estaba muerto, le dieron sepultura. Fue enterrado vivo y estando como estaba por su mala vida condenado a los infiernos, la Santísima Virgen María intercedió ante su Hijo, alcanzando la gracia de que no muriese, sino que se quedase el alma unida al cuerpo, padeciendo gravísimas penas y tormentos, que le sirviesen de penitencia por sus graves culpas; y que todo este bien le había venido por haber rezado cada día el Santo Rosario, siguiendo el consejo de Santo Domingo.
 

El bandolero le suplicó a Santo Domingo que le confesara y este siervo de María se lo llevó aparte a un lugar tranquilo donde le administró este grandioso sacramento. El bandolero confesó sus pecados con lágrimas en sus ojos y Santo Domingo le dio la absolución. Poco minutos después este bandolero arrepentido, esta vez si, murió y su alma quedó salvada. Santo Domingo vivió siempre en pobreza y castigaba diariamente su cuerpo con severas disciplinas. Celebraba la Santa Misa con tanta Santidad y devoción que como dice Coppenhtein, rara vez no tenía un rapto durante la celebración. En varias ocasiones se le aparecía la Santísima Virgen María y conversaba con Ella. Tenía el don de Profecía y podía leer las conciencias. Quienes acudían a confesarse con el, no podían ocultarle sus pecados ya que El Santo les describía con todo detalle aquellos pecados que no querían confesar.
 

MENSAJE QUE DIO A SUS NOVICIOS ANTES DE SU MUERTE.
 

“Por la Misericordia de Dios me he conservado hasta aquí con la virginal pureza con la que nací. Si la mano de Dios no ha sido escasa para conmigo, tampoco lo será para con vosotros. Mas entended, que os ha de costar mucho, como prenda valerosa. Es menester velar y orar y sobretodo huir del trato y familiaridad con mujeres. No fieis vuestra limpieza de ocasiones, que cualquiera es grande para destruiros, y ninguna mayor, que la confianza en vuestras fuerzas o en las ajenas. Muchas mujeres hay Santas y muchos hombres Santos. Muchos conservan su limpieza, muchos su virginidad, mas mucho les cuesta el llegar a estado tan alto, aunque para caer de el, cualquier descuido basta, porque ellas son (sin quererlo) tan poderosas para vuestro mal, cuanto flacas para vuestro bien; y nosotros tan rendidos a sus armas, que el huir de ellas es el vencer, como el aguardarles es el exponerse a ser vencidos”.
 

Tras recibir los Sacramentos, Santo Domingo les dijo:
 

“Hijos míos, lo que a mi toca, no tenéis necesidad de acordarmelo. No os lastime mi muerte. No os desconsuele mi corporal ausencia ya que muerto os seré de más provecho que vivo. (…) En el Cielo os ayudaré más que acá y en mi tendréis un Procurador perpetuo de vuestros negocios. (…) Os ruego con todo afecto que os améis de corazón unos a otros y os portéis como hermanos de un espíritu, e hijos de vuestro Padre Cristo. (…) La pobreza voluntaria os encomiendo como me lo habéis oído muchas veces, cuidando de que no se os pierda el lustre, que da a la predicación el ser pobres, al modo que lo fue aquel Divino y Celestrial Maestro, y lo imitaron sus apóstoles”.
 

Tras decir esto, Santo Domingo se cubrió de un sudor frio, rodeado de mortales congojas. Fue entonces cuando Santo Domingo les instó a hacer la recomendación de su alma. Llegaron a la antífona que dice: “Salid al camino, angeles bienaventurados, salid a recibir su alma para ofrecerla en la presencia del Altísimo”, cuando aquella alma salió de la cárcel del cuerpo a cantar su libertad en la Gloria del Cielo.

 

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