LUCIA Y EL ROSARIO

 

LUCIA, LA PREDICADORA DEL ROSARIO

 

 


 

 

En cada una de las seis apariciones Lucía fue la que dirigía el rezo del Rosario y ella lo interrumpía en el momento que tenía lugar la aparición. En la sexta aparición llovía torrencialmente y todos vestían con trajes de gala. Sin embargo, antes de comenzar a rezar el Rosario, Lucía ordenó a todos que cerraran los paraguas. Todos obedecieron y rezaron con mucha devoción hasta que se produjo la aparición. Desde el 13 de Mayo de 1917, Lucía rezó cada día el Santo Rosario y una vez ingresó como religiosa, no solo continuó con esta práctica sino que la propagó.
 

Fue en 1927, mientras estaba rezando en la capilla conventual de Tuy España, donde estaba destinada, que recibió permiso del Cielo de revelar las primeras dos partes del Secreto: la visión del Infierno y la urgente necesidad de devoción al Inmaculado Corazón de María. Dos años más tarde, en 1929, Nuestra Señora se apareció otra vez a Sor Lucía mientras rezaba en la capilla en Tuy. Fue el momento escogido por Nuestra Señora de pedir el cumplimiento de su petición anterior:
 

“Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón…Si atienden mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz”.
 

Nuestra Señora explicó que esta consagración tiene que ser hecha por el Santo Padre en unión con todos los obispos del mundo. Sor Lucía dio a conocer esta petición a sus confesores. Uno de ellos, el Padre Francisco Rodrigues, S.J. le instó a ponerlo por escrito. Mostró esta carta al Obispo y le dio todos los detalles. El Padre Rodrigues también lo trajo a la atención del Santo Padre. Dos años pasaron y nada se realizó. En el verano de 1931, Sor Lucía fue enviada por su superiora religiosa a Rianjo, una aldea marítima en España. Estando allá en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe Sor Lucía rezó por la conversión de Rusia, España y Portugal. A finales de agosto de 1931 Sor Lucía describió en una carta a su obispo lo que le sucedió:
 

“Señor Obispo: mi confesor me manda que participe a V. Excia lo que hace poco pasó entre mí y Nuestro Buen Dios: pidiendo a Dios la conversión de Rusia, de España y Portugal, me pareció que su Divina Majestad me dijo:
 

“Me consuelas mucho pidiéndome la conversión de esas pobres naciones. Pide también a mi Madre, diciendo muchas veces: Dulce Corazón de María, sed la salvación de Rusia, de España y de Portugal, de Europa y del mundo entero. Y otras veces: por vuestra pura e Inmaculada Concepción, oh María, alcanzadme la conversión de Rusia, de España, de Portugal, de Europa y del mundo entero. Participa a mis ministros que, en vista de seguir el ejemplo del Rey de Francia, 7 en la dilación de la ejecución de mi petición, también lo han de seguir en la aflicción. Nunca será tarde para recurrir a Jesús y a María”.
 

En 1940, Lucía escribió otra vez al Obispo de Leiria expresando su pesar porque la consagración aún no se había llevado a cabo. 

“Si el mundo conociese el momento de la gracia que le es concedido, e hiciese penitencia”. 

Después de eso, escribió directamente al Papa Pio XII por orden de sus directores espirituales. Lucía esta vez escribió lo que su director le había instruido. Pidió la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María con una mención especial de Rusia. El Papa deliberó larga y piadosamente esta petición. En 1942, ambos el clero y el pueblo de Portugal, celebraron el aniversario de plata de las apariciones de Fátima. El último día de octubre del mismo año, los obispos se reunieron en la Catedral de Lisboa para reunirse con el Santo Padre. Ese día, el Papa consagró la Iglesia y el mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo referencia oblicuamente al pueblo de Rusia (pero no al país por nombre) con estas palabras.
 

“Extended vuestra protección…a los pueblos que por el error o por la discordia están separados, a saber, a aquellos que profesan por Vosotros singular devoción, donde no había casa que no ostentase vuestro venerable ícono (hoy tal vez escondido y reservado para mejores días), dadles la paz y reconducidlos al único aprisco de Cristo, bajo el único y verdadero Pastor...”
 

Seis semanas después, en la Basílica de San Pedro en Roma, durante la Fiesta de la Inmaculada Concepción y en presencia de 40.000 fieles, el Santo Padre repitió la consagración. Sin embargo, no era la consagración que Nuestra Señora había pedido, y por eso no provocó la conversión de Rusia ni la paz duradera que la Santísima Virgen María nos había prometido.
 

En la primavera de 1943, Nuestro Señor Jesucristo se apareció a Lucía en el convento para expresar la alegría de Su Corazón por la consagración. Lucía lo cuenta en su carta al Obispo de Gurza, su director espiritual. En eso comenzamos a darnos cuenta que esta consagración ocasionó un cambio en el transcurso de la historia. La II Guerra Mundial, que había amenazado continuar sin fin su destrucción masiva e inhumana, acabaría dentro de poco.
 

Carta de Sor Lucía al Obispo de Gurza:
 

“Excelencia. Dios quiere que todos oigan su voz. Desea que los de España se reúnan en retiro y determinen una reforma en el pueblo, en el clero y en las órdenes religiosas. Porque algunos conventos y muchos miembros de otros… ¿Entiende? Desea que se haga comprender a las almas que la verdadera penitencia que Él ahora quiere y exige, consiste, sobre todo, en el sacrificio que cada uno tiene que imponerse para cumplir con los propios deberes religiosos y de orden temporal. Promete el próximo fin de la guerra, en atención al acto que se dignó hacer Su Santidad. Pero como fue incompleto, queda la conversión de Rusia para más adelante. Si los señores obispos de España no atienden a sus deseos, ella (Rusia) será una vez más, el azote con que Dios los castigue”.
 

Nuestro Señor dijo también a Sor Lucía:
 

“Mientras que la presente aflicción ( la II Guerra Mundial) será abreviada por la consagración del mundo, la paz mundial no se concederá sin la explícita Consagración de Rusia hecha por el Papa y los obispos”. 

Lucía reiteraría insistentemente esta parte vital del Mensaje de Fátima durante las siguientes cuatro décadas. El Padre Jongen, un sacerdote holandés, visitó a Sor Lucía en 1942, y le entrevistó en tres ocasiones distintas. Hablando de la carta que escribió al Papa Pio XII, Lucía señaló:
 

“En la carta que por orden de mis directores espirituales escribí al Santo Padre, en 1940, expuse la petición exacta de Nuestra Señora, y pedí la consagración del mundo, con mención especial de Rusia. La petición exacta de Nuestra Señora era que el Santo Padre hiciese la consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón, ordenando que, al mismo tiempo, y en unión con Su Santidad, la hiciesen todos los Obispos del mundo católico”.
 

Esto no era posible ya que entonces era tal la infiltración en el clero de judíos, masones, comunistas y modernistas que obviamente estos enemigos de Cristo no habrían querido obedecer.
 

LA PROMESA DE PAZ
 

Sor Lucía afirmó claramente que si no atendemos a las exhortaciones de Nuestra Señora el comunismo esclavizará a todo el mundo. ¿Qué debe hacer un católico para que la paz sea dada al mundo, el comunismo sea derrotado, y la aniquilación de las naciones sea evitada? Sor Lucía dio la siguiente respuesta:
 

(De las memorias de Lucía):
 

Querida Reina y Madre, Que en Fátima habéis prometido convertir Rusia y traer la paz a toda la humanidad, en reparación de Vuestro Inmaculado Corazón por mis pecados y aquellos de todo el mundo, solemnemente os prometo:
 

1.) Ofrecer todos los días los sacrificios exigidos por mis deberes cotidianos.
2.) Rezar el Rosario diariamente mientras medito los misterios.
3.) Usar el Escapulario de N.S. de Monte Carmelo como profesión de esta promesa y como un acto de consagración a Vos. Renovaré esta promesa frecuentemente, especialmente en momentos de tentación.

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