FRANCISCO Y EL ROSARIO

FRANCISCO, APÓSTOL DEL ROSARIO
 


 

PRIMERA APARICIÓN


– ¿Iré yo al cielo? (Lucía)
Sí, irás. (Santísima Virgen María)
– Y, ¿Jacinta? (Lucía)
También. (Santísima Virgen María)
– Y ¿Francisco? (Lucía)
También irá; pero tiene que rezar muchos Rosarios. (Santísima Virgen María)
 

En las apariciones, Francisco no podía oir a la Virgen María. Lucía y Jacinta le contaban despues de la aparición lo que Nuestra Señora había dicho. Cuando le dieron la gran noticia de que el también iría al Cielo con la condición de rezar muchos rosarios, Francisco dijo:
 

"Querida Señora mía, rezaré todos los rosarios que Tú quieras". (Francisco)
 

De las memorias de Lucía:
 

Y desde entonces tomó la costumbre de separarse de nosotras como paseando; y, si alguna vez le llamaba y le preguntaba sobre lo que estaba haciendo, levantaba el brazo y me mostraba el rosario. Si le decía que viniese a jugar, que después rezaríamos todos juntos, Francisco me respondía:
 

"Después rezo también. ¿No recuerdas que Nuestra Señora dijo que tenía que rezar muchos rosarios?".
 

El día era hermoso, pero el sol muy ardiente; y en aquel descampado lleno de piedras, árido y seco, el calor parecía querer abrasarlo todo. Di la jarra a Francisco y le dije que bebiese:
 

– No quiero (Francisco)
– ¿Por qué? (Lucía)
– Quiero sufrir por la conversión de los pecadores. (Francisco)
– Bebe tú, Jacinta. (Lucía)
– ¡También quiero ofrecer el sacrificio por los pecadores! (Jacinta)
 

VISIÓN DEL DEMONIO
 

De las memorias de Lucía:
 

Bastante diferente es el hecho que ahora se me viene a mi memoria. Estuvimos cierto día en un lugar llamado la Pedreira, y mientras que las ovejas pastaban, nosotros saltábamos de roca en roca, haciendo eco con la voz en el fondo de esos grandes barrancos. Francisco, como era su costumbre, se retiró a la cavidad de una roca. Cuando pasó un buen rato, le oímos gritar llamándonos a nosotras y a Nuestra Señora. Asustados por lo que pudiera haberle pasado, nosotras comenzamos a buscarlo llamándole.
 

– ¿Dónde estás? (Lucía y Jacinta)
– ¡Aquí, aquí! (Francisco)
 

Pero todavía tardamos mucho tiempo en encontrarlo, por fin dimos con él y lo vimos temblando de miedo. Aún estaba de rodillas, conmocionado de tal forma que no había sido capaz de ponerse de pie.
 

– ¿Qué pasó? (Lucía)
 

Con la voz medio sofocada por el susto, dijo:
 

– Era uno de aquellos bichos grandes que vimos en el infierno. Estaba aquí arrojando fuego.
 

Francisco rezaba 8 rosarios al día, empleando para ello alrededor de 18 horas. Cuando cayó enfermo no tenía fuerzas para rezar el Rosario y ese fue uno de sus mayores sufrimientos. Tranquilamente, sin agonía ni el menor indicio de sufrimiento, se apagaba su vida.
 

- Madre, ¡qué luz tan linda hay allí, junto a la puerta! (Francisco)
 

Sus ojos se abrieron completamente como si estuviera sano.
 

- ¡Ya no la veo! (Francisco)
 

La Virgen María cumplió su promesa y el 3 de abril, Francisco recibió el sacramento de la confesión y el Sagrado Viático de manos del párroco quien le prometió que al día siguiente por la mañana le traería la sagrada comunión. El día anterior, Francisco decidió ayunar para poder comulgar del modo que lo desea nuestro Señor. La mañana siguiente cuando oyó el sonido de la campanilla que indicaba estar cerca el Rey del Cielo, trató de incorporarse y cayó sobre la almohada. Su familia no le dejó sentarse aunque el quería hacerlo. Francisco quedó tumbado, recibió a nuestro Señor en su corazón y cerró los ojos en oración, descansando en Jesús mientras Jesús, que acaba de entrar en su templo, descansaba en él. Mientras la presencia de Dios le impregnaba, se acordaba de aquel otro día cuando el Ángel vino y juntos adoraron a Jesús en el Santísimo Sacramento. Francisco había dado su vida para hacer reparación a los Corazones de Jesús y María por los pecados de los hombres ingratos. Había empleado horas, días enteros, soñando con sus amados, Jesús y María, despreciando las cosas del mundo y los placeres absorbentes de la niñez para así poder consolar Sus Corazones amorosos. Con Cristo dentro de él, Francisco se ofreció a sí mismo muchas veces como una víctima de amor, consuelo y reparación. Abrió los ojos al fin y vio a su madre llorosa mirarle.
 

- El señor cura ¿me traerá otra vez a Jesús escondido? (Francisco)
 

Esa fue su primera y última Comunión, porque al día siguiente, viernes día 4 de abril, falleció a la edad de diez años. Lucía vino a asistir a la Primera Comunión de Francisco. Jacinta también se permitió levantarse y visitar a su hermano.
 

“En el instante de rendir su alma ante el Altísimo, y tras quedarse en paz con Dios, le dio un “golpe de risa”. (Padre Formigao).
 

Según cuenta el Padre Formigao, Jacinta quien estuvo presente en la expiración de su alma, no exteriorizó pena ni lloró por la muerte de su hermano.
 

“Francisco no murió, sino que viajó al Cielo”. (Jacinta)
 

Francisco había acabado el trabajo que Dios le había encomendado. La mañana del viernes, el 4 de abril de 1919, Nuestra Señora, como ella había prometido, vino a recogerlo.

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