EL ROSARIO SANA ENFERMEDADES

 Brabanzia dio a la luz a un hombre que fue Canónigo de la Catedral. Era bueno con todos, muy
estimado en su tierra, venerable en apariencia, encantador al hablar. El durante mucho tiempo, solía
rezar el Rosario, e incluso lo llevaba, lo aconsejó en entrevistas, lo predicó en la Iglesia y distribuyó las
Coronas del Rosario. ¿ Y cómo lo recompensó Dios y la Madre de Dios? Para esos mil Rosariantes a
quienes había dado la Corona del Rosario, en el Cielo recibió una Corona mil mallar veces
mayor. Pero, ¿qué recibio en la tierra? El por su extraordinario amor por el Rosario, comenzó a
convertirse en un punto de referencia para todos, y lo fue durante mucho tiempo. Dios lo puso ante los
ojos de todos, justos e injustos, cuando sorprendentemente, vino en ayuda de muchos, a través del
Rosario: de hecho, fue llamado por Dios para obrar milagros. El Canónigo fue famoso por trabajar a
través de la gracia, milagros extraordinarios. Bastaba solo con tocar su Corona del Rosario para
recuperar la salud. ¡Y esto no puede, ni debe ser considerado un misterio!
 

Tenía asiduamente con él la Corona del Rosario, incluso cuando salia, y siempre la tenía en sus
manos, como un deleite; y acercándola a los enfermos, a quienes con mucho gusto visitaba,
inmediatamente eliminaba sus enfermedades Tanto las graves como las menos graves. Al acercar la
Corona del Rosario sanó epidemias contagiosas, y desaparecieron las fiebres altas y peligrosas.
En contacto con su Corona, las mujeres embarazadas que tuvieron un parto difícil, tuvieron un
parto casi sin dolor. Cuando hubo un parto de riesgo, fueron a tomar la Corona del Rosario del
Canonigo, e inmediatamente el nacimiento tuvo lugar con facilidad, y la mujer embarazada era liberada
de sus dolores en contacto con su Corona del Rosario. Los fuertes dolores de los dientes disminuyeron, se
calmaron y los cálculos desaparecieron.
 

Y ese hombre no confiaba en sus méritos, sino que depositaba su esperanza en el Santo Rosario y
en la Fuerza del Ave María, donde, aquellos que oraban con devoción experimentaban el Alivio de
María y el favor y la benevolencia de Dios.

(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro
5).