EL MILAGRO DE CATALINA LA HERMOSA, ROMANA

 PREFACIO
 

El Glorioso Maestro Juan del Monte en sus escritos, contó un hecho que también encontré, en el libro
del Fraile Tomas Del Templo. En el momento en que Santo Domingo, el ilustre Guía y Padre de
la Orden de los Predicadores, predicaba en el mundo, teniendo su fama difundida por todos los
Reinos de la tierra, instaba incesantemente a los pueblos a alabar a la Virgen Pura María, y a
registrarse en la Angélica Cofradía del Rosario. Pasó a predicar en Roma, en la reunión mayor de los
Prelados que vienen de toda la tierra, y los instó fervientemente, con alegorías y ejemplos, a saludar a
la Virgen Gloriosa en su Rosario. Todos se asombraron por el discurso persuasivo, y se sorprendieron
del poder de los milagros. Y, a ellos, les dijo:
 

"¡Oh, Prelados y fieles que aman la Fe Católica! Escuchen este discurso singular y beneficioso para
todos ustedes, y para asegurarse que todas estas cosas son verdaderas, tomen el Rosario de la Virgen
María, y orando con devoción, mediten en la Pasión de Jesucristo devotamente. Les digo que de esta
manera, experimentarán el Espíritu Santo. De hecho, en ninguna parte puede haber una llama tan
alta sin calor ni una luz tan grande sin iluminación, ni una medicina tan prodigiosa, sin curación”.
Todos escucharon a Santo Domingo y se asombraron del maravilloso Sermón que acababa de
predicar. Muchos no sólo del pueblo, sino también de los grandes Prelados de la Iglesia, de los
venerables Cardenales, así como muchos Obispos honorables, comenzaron a orar el Santo Rosario
que él predicó, con el fin de obtener una gracia de Dios.
 

¡Sucedió otra cosa extraordinaria! Muchos ciudadanos, de todas las clases, aturdidos por la
predicación de Santo Domingo, comenzaron a rezar el Santo Rosario. Se podía ver gente de todas
partes, por la mañana, por la noche, y al mediodía. Había hombres y mujeres llevando en sus manos
el Rosario y rezando con gran devoción. Y, con gran reverencia, los Cardenales y los Obispos,
volvieron a tener en sus manos y cinturones las banderas de nuestra Fe católica. Y, de todos los
milagros que Santo Domingo llegó a conocer, no había duda de que esa oración Divina, por
intercesión de María, fue la verdadera ayuda para todos. Todos los que experimentaron el Rosario
recibieron alguna prueba de misericordia Divina. De todos, sólo contaré un prodigio.
 

CATALINA, LA MERETRIZ
 

Había en Roma una meretriz muy atractiva por belleza, elocuencia, ropa y alegrías mundanas, que
tuvo la gracia de recibir de las manos Santas de Santo Domingo, una Corona del Rosario. Ella,
escondiéndola bajo su túnica, rezaba cada día el Santo Rosario. Desde entonces nadie la superó en
castidad. Fue buscada por los hombres, mucho más que otras mujeres de gran vanidad. Esta mujer,
llamada Catalina, apodada “la hermosa”, perseveraba diariamente en recitar el Santo Rosario. Con
la incomparable belleza de su Corona del Rosario, visitaba al menos una vez al día la Iglesia, en la
que rezaba el Santo Rosario.
 

Rezaba la primera parte de Cincuenta y meditaba sobre la Infancia de Cristo, cuando Cristo aceptó
la Pasión futura, con imaginación, corazón y mente. Luego rezaba la segunda parte de Cincuenta y
meditaba la Pasión de Cristo, en su verdadero sufrimiento humano. Finalmente, oraba la tercera
parte de cincuenta y meditaba la Pasión de Cristo con todos sus padecimientos y dolores.
Por lo tanto, debido a que la Sabiduría de Dios es eterna y no tiene ninguna posibilidad de morir,
asumió la naturaleza humana, por la cual quería sufrir y morir por toda la humanidad.
Catalina “la hermosa” perseveró en la oración del Rosario y le pasó a menudo que de repente se vio
caminando por la ciudad de Roma. Y de repente, un hombre hermoso y maravilloso, acercándose, le
dijo: "Oh, Catalina, ¿por qué estás aquí? ¿No tienes un hogar?"
 

Ella dijo: "¡Sí , lo tengo, y todo está perfectamente ordenado!"
 

El le dijo: "Quiero comer de ti".
 

Y ella dijo: "Con mucho gusto, y con mucho gusto te ofreceré todo lo que deseas".
 

Así que llegaron a su casa, donde había tantas jóvenes como ella. Fue preparado para comer y este
invitado desconocido se sentó junto a Catalina la hermosa y bebieron. Pero, lo que sea que tocara al
huésped, ya sea una bebida, o algo así, inmediatamente se volvía de color sangre. Olía
extraordinariamente bien, y tenía un sabor muy suave. Ella quedó aturdida, y le dijo: "Señor,
¿me he vuelto loca, o todas las cosas que tocas se vuelven de color sangre?"
 

Y él dijo:
 

"¿No sabes que el Cristiano no debe beber, ni comer nada, antes de comulgar el Cuerpo y la Sangre
de Cristo?"
 

Ella estaba encantada con este invitado, y no se atrevió a tocarlo. Sin embargo, le dijo:
 

"Señor, veo que tienes un rostro muy venerado. ¿Quién eres, amablemente, y de dónde vienes?"
 

Y él dijo:
 

"Cuando estemos en el dormitorio, te diré lo que estás preguntando".
 

Y así, con admiración, ella preparó la habitación. Entonces vino un evento admirable que ningún
hombre había oído nunca. De repente, ese hombre, tomó la apariencia de un niño. Tenía en su cabeza
una Corona de espinas, la Cruz sobre sus hombros, y los Estigmas en sus manos y en sus pies, e
innumerables heridas por todo su cuerpo. Y le dijo a Catalina:
 

"¡Oh, Catalina, Catalina! Ahora debes poner fin a tu insensatez. Aquí, ahora ves la Pasión de Cristo
Niño, que oraste en la primera parte de Cincuenta. Porque desde el primer momento de Mi
Concepción, hasta la muerte, siempre he llevado en mi Corazón este dolor, que tenía también para ti,
tanto que, si todos los granos de arena del mar se convirtieran en niños, y cada uno de ellos sintiera
tanto dolor, más que todos los hombres que están al borde de la muerte, incluso si estos granos de
arena se convirtieran en niños y los tomaran todos juntos, serían incapaces de soportar el gran
sufrimiento que Yo padecí por ti".
 

Ella estaba asombrada por lo que vio y oyó. Y, de repente, volvió a aparecer en un hombre, que se
parecía a las imágenes de Cristo en el momento de la Pasión, y le dijo:
 

“Mira, oh hija mía, cuántas cosas he sufrido por ti, que exceden a los dolores enteros del Infierno.
Y esto se debe a que mi capacidad de sufrir no era humana, sino Divina. Mi Pasión era tan enorme
que si esta pudiera dividirse entre todas las criaturas, todas las criaturas del mundo morirían
instantáneamente”.
 

Después de decir esto, ella inmediatamente brilló como la luz del sol, y en los gloriosos Estigmas,
todas las cosas juntas fueron vistas sorprendentes, y todas las realidades aparecieron en cada
estigma. En cada estigma se podía ver el sufrimiento de todo el mundo, cualquiera que sea el estigma,
en la costilla, en la mano, etc. Y Él dijo:
 

"Aquí ves, oh hija, cuántas penas sufro ahora en la Divinidad por ti y por tu salvación. Y eso es para
que todas las cosas estén en mí, y Yo, en todas las cosas. En cada momento que te veo, te amo, y
estaría listo para sufrir cada momento por tu salvación, porque Mi Amor es infinito, y los que viven
en Mí tienen Vida Eterna. Reconoce por lo tanto, la Bondad de Dios, y honra la triple Pasión de
Cristo, por la cual habéis rezado las tres partes de Cincuenta del Rosario, y como habéis sido
un ejemplo de toda iniquidad y malicia, de ahora en adelante, si tu quieres, tu vida puede ser un
modelo de pureza y castidad. Si me he aparecido a ti, no lo he hecho por tus propios méritos, sino
para dar un modelo de conversión, y porque tus Cofrades de la Cofradía de Mi Madre, oraron por ti,
para que, a través de tu conversión, muchos cambien de vida y se conviertan. Debes de saber que
innumerables personas son cada día atacadas por el diablo".
 

La visión terminó y no fue en vano, porque Catalina sintió el dolor de la Pasión de Cristo, en sus
manos, pies y otras partes del cuerpo. Se levantó y decidió cambiar su vida. Al día siguiente fue a
confesarse con Santo Domingo. El, según su habitual costumbre, le impuso como penitencia rezar el
Santo Rosario, y le instó a inscribirse en la Cofradía de la Gloriosa Virgen María.
Observad el gran valor que tiene la Cofradía, ya que ha tenido éxito en la conversión de una tan
terrible pecadora. Mientras Catalina saludaba a la Virgen María con gran devoción, la Reina se
le apareció, junto con Santa Catalina la Mártir, diciendole:
 

"Ay hija mía, ¡Cuanto has pecado! Debes hacer mucha penitencia. Harás tres penitencias corporales
todos los días, y cada una tendrá cincuenta golpes. Este es el Rosario de la penitencia. Pero no tienes
que usar la varilla, sino con tus uñas te picas la carne, cuándo y dónde quieras. Esta penitencia
siempre se puede hacer, para luchar contra las tentaciones y para lograr todo lo bueno. Es la
penitencia más alta, secreta y fácil, y es la Reina de todas las penitencias".
 

Así que hizo lo que había oído, y todos los días hizo esa penitencia. Un día, Santo Domingo, durante
una vigilia nocturna, entró en el éxtasis, al anhelo de Dios, y vio cosas que asombraron al mundo
entero. ¡Oh, cuántos aplausos de alabanza se levantaron! ¡Cuántas bendiciones le dieron a Catalina!
La tierra sonó a sus voces. Las almas del Purgatorio fueron liberadas, consoladas y libres de sus
penas, ya que Catalina meditaba en la Pasión del Niño Jesús y trabajaba con gran devoción para
aplicarla a las almas de los fieles fallecidos. Entonces vio a un hombre llegar a la casa de Catalina, y
vio de Su Cuerpo cinco heridas. Pudo ver cincuenta fuentes, que alimentaban e irrigaban a toda la
Iglesia Militante y al mundo actual. Los árboles y arbustos germinaron allí, aves y peces nacieron, los
hombres se restauraron a esa luz y aguas. ¡Oh, qué dulzura! ¡Oh, cuánta alegría había en el mundo!
 

Allí, entonces, todas las criaturas bendijeron a Catalina y a su Creador, y oraron por ella. Estos dos
eventos sorprendentes ocurrieron durante la primera y la segunda parte de cincuenta. Sin embargo,
cuando Catalina comenzó la tercera parte de cincuenta del Rosario de penitencia, Domingo vio un
Gigante de infinita grandeza, más brillante que la luz del sol, del que brotaban cinco manantiales del
que se originaron cincuenta ríos, que no descendían sobre la tierra, ni se dirigían al Purgatorio, sino
que de una manera increíble, ascendían al Cielo, e irrigaban todo el Paraíso Celestial. Y su armonía
era tan grande que los Santos Ángeles ofrecían sus oraciones al Señor. Santo Domingo, al ver estas
cosas, como narra Tomás del Templo, se preguntó por qué estas cosas estaban sucediendo en la casa
de la pecadora Catalina. Se acercó a él, María y le dijo:
 

"¿Por qué, Domingo, estás maravillado con tales cosas? ¿No sabes que soy Amiga de los pecadores y
que en Mis Manos se coloca la Clemencia de Dios? Quería, por lo tanto, mostrar todo esto a esta hija,
para que tu puedas predicar al mundo, que los pecadores, no importa cuán grandes sean sus pecados,
nunca deben desesperarse sino siempre pueden confiar en el Señor, y especialmente aquellos que
quieren refugiarse bajo Mi Manto, como lo hizo Catalina."
 

Añadió la Madre de Dios:
 

"¿Has visto, o Domingo, estas realidades verdaderamente asombrosas? Escuchad y predicad las
cosas verdaderas y ciertas que ahora os diré. He obtenido de Mi Hijo, que todos los que oren Mi
Rosario y los que sean parte de Mi Cofradía, tendrán el mismo privilegio que Catalina recibió.
Todos ellos verán a Dios, pero será, después de su muerte. Tranquilizate, ¡Oh Domingo! Predica Mi
Rosario y haz crecer a la Cofradia, porque las cosas que Catalina ha recibido, yo las he obtenido para
todos, y aunque no todos las vean, sin embargo, las recibirán".
 

Santo Domingo dió inmensas gracias al Señor por su Misericordia Divina. Catalina entró entonces en
un Monasterio, e inmediatamente distribuyó todas sus pertenencias a los pobres. Más tarde alcanzó
una santidad tan alta que los Santos mayores se dirigieron a ella en busca de inspiración. A ella, una
quincena de días antes de su muerte, se le apareció el Señor Jesús, junto con la Virgen María y Santa
Catalina, anunciándole su muerte. Poco después, murió con mucha paz y Santidad. Tres vírgenes
Santas, una de las cuales se llamaba Juana, la segunda Marta, y la tercera Lucía, vieron su alma salir
del cuerpo, más brillante que el Sol, y volar a los brazos de Jesucristo. Fue enterrada en la Iglesia de
San Juan en Letrán. Sobre la base de este hecho, mediten todos, cuánta fuerza está contenida en el
Rosario de la Virgen María, si devotamente se medita la Pasión de Cristo. Alabamos a la Virgen
María y a su Hijo en el Rosario. Amén.


(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”.
(Libro 5).

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