LA MARAVILLOSA CONVERSIÓN DEL PAGANO ELIODATO, GRACIAS AL ROSARIO DE LA VIRGEN MARÍA

Había un Pagano, llamado Eliodato, que se incurrió en las seis maldiciones de Eva, pero luego recibió las seis bendiciones de María. Durante una guerra contra los paganos, en zonas de España, concretamente en el Reino de Granada, los Cristianos tomaron como prisionero, entre otros, a un valiente Soldado junto con su esposa e hijos, y llevándolos a una Ciudad de esclavos Cristianos, fueron vendidos. El hijo de 20 años, que estaba prisionero con ellos, de repente comenzó a ser atormentado por grandes aflicciones: el primer mal fue el sentimiento de tanta tristeza por su cautiverio, que por desesperación muy a menudo quería quitarse la vida. El segundo mal fue llegar a tal infelicidad que perdió el uso de las extremidades. El tercer mal era alcanzar tal nivel de pobreza y desgracia que apenas podía ahora tener pan y agua, y ropa digna, el mismo que una vez vivió libre entre los paganos y poseía las mejores cosas porque era era el hijo de un gran Soldado. 

El cuarto mal fue la desgracia. Las heridas que había recibido durante la guerra pudrieron hasta tal punto que se convirtieron en heridas nauseabundas llenas de gusanos terribles, y el olor era tan repulsivo que apestaba enormemente el ambiente como una cloaca. El quinto mal fue el sufrimiento corporal a manos de muchos demonios que se lanzaban contra él y lo maltrataban sin piedad. El sexto mal era llegar a tal delirio de ser capaz de ver visiblemente abierto el Infierno y tener el convencimiento de que iba a terminar allí, sin posibilidad de ser salvado.
 

Durante el padecimiento de todos estos males siempre invocó al diablo, y blasfemó con toda su fuerza a Cristo y a Su Madre, María. Estos seis males son precisamente lo contrario de las seis palabras contenidas en la última parte del Ave María: Fructus, Ventris, Tui, Iesus, Christus, Amen (el Fruto, del vientre, Tuyo, Jesús, Cristo, Amén).
 

Santo Domingo, que vino a predicar a Compostela, se enteró de la gran tribulación de este pagano, y se acercó a él, y le dijo: "Oh hijo, ¿quieres ser sanado?"
 

Y él dijo: "¡Oh sí, Señor!"
 

Y Domingo le dijo: 

"Hazte Católico, e instantáneamente seras completamente salvo! Pero el pagano exclamó: "Lejos de mí abandonar la religión de mis padres, incluso si yo recibiera todos los bienes del mundo".
 

Santo Domingo, entonces, como no pudo convencerlo, le dijo de nuevo:
 

"Hijo, conozco dos canciones muy efectivas: si las recitas, estés donde estés, 150 veces al día, en poco tiempo serás sanado completamente".
 

El Pagano dijo: "Quiero recitarlas entonces, pero sólo si no están en contra de mis preceptos".
 

A lo cual, Santo Domingo, respondió con un giro respetuoso de palabras:
 

"Oh hijo, estos poemas no son contrarios a la Ley divina, de hecho la favorecen; y no están en contradicción con tus preceptos, y te beneficiarán mucho".
 

Eliodato le respondió:
 

"En ese caso, quiero recitarlas siempre y cuando no tengan nada que ver con vuestro Cristo y María."
 

Y Santo Domingo dijo:
 

"Oh hijo, los poemas que te diré son completamente tranquilos, ventajosos y útiles contra toda adversidad, y aportan muchos beneficios, no sólo a los Paganos y a los Judíos, sino a todos aquellos que los recitan con devoción".
 

Así, el Santo Padre Domingo convenció suavemente al desafortunado Pagano, que consintió el deseo de Domingo. Santo Domingo le enseñó a rezar el Pater Noster en su totalidad y el Ave María, y mientras ocultaba los nombres explícitos de María y Jesucristo, implícitos estaban contenidos en los pronombres que los reemplazaban. El Pagano comenzó a recitar las oraciones, pero, al repetirlas, no podía recordarlas.
 

Entonces Santo Domingo oró por él y fue capaz de recordarlas perfectamente, y después de recitarlas, dijo estas canciones que ya consideraba efectivas, ya que, en un instante, se le había devuelto el intelecto y pasó a tener una memoria perfecta. Así, Eliodato comenzó a recitar el Rosario de la Santísima Virgen María, incluso sin ninguna intención de orar cristianamente, de hecho muy al contrario, y amando solo al mundo, exigió mucho más la salvación de su cuerpo, que la de su alma.
 

¡Y aquí sucedió un hecho extraordinario! Cuando Santo Domingo se fue, mientras que el Pagano oraba de esta manera, de repente, después de completar su primer Rosario, comenzó a sentir dentro de sí una alegría maravillosa, como si estuviera entre la dulzura del Paraíso. En el segundo día, después de recitar el Rosario, de repente, a la maravilla divina recuperó el vigor de sus extremidades. Al tercer día, debajo de su cama, encontró un gran tesoro, por lo que se redimió de la esclavitud, y más tarde hizo muchas buenas obras, construyendo Iglesias y casas para los pobres. De hecho, en ese tesoro había más de cien mil auras antiguas, y el tesoro había sido escondido allí por un Rey pagano. Cada aura antigua valía seis o siete auras de su tiempo. También había debajo de su cama, una caverna cuadrada subterránea, con una gran cantidad de plata, que Eliodato descubrió por casualidad, bajo el suelo en su tugurio, cuando quería restaurar su vivienda.  Puso estos bienes a disposición de Santo Domingo, y fueron empleados en las luchas contra los Paganos.
 

Al cuarto día, después de terminar el rezo del Rosario, los demonios que lo perseguían, huyeron de el gritando en el aire. Al quinto día, la Virgen sanó todas sus heridas, y le dijo que debía lavarse en la Fuente de la Vida si deseaba sanar completamente. Al sexto día, después de recitar el Santo Rosario, tuvo una visión celestial, en la que vio juzgar a la Gloria de los Santos y a Cristo, y muchos fueron a la condenación eterna, y muy pocos caminaron hacia la Gloria. Debido a que también a él, como a otros, le había sido infligido el castigo de la condenación eterna, vino una hermosa Reina, que intercedía a su favor, para que fuera perdonado. El juez le dijo:
 

"Nunca hizo nada bueno".
 

La Reina respondió:
 

"Pero, Señor, él ha recitado seis Rosarios para nosotros".
 

Volviendo a sí mismo, después de esta visión, el Pagano decidió ser bautizado, creyó firmemente en Cristo y María, e hizo muchas cosas buenas. Terminó su vida al servicio de la Virgen María, y de Ella fue llevado al Cielo. Amén.
 

(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”. (Libro 5).

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