Un Soldado poseía un Castillo, y sin piedad saqueaba a todos los que pasaban. Y, aunque estaba lleno
de cada pecado, todos los días honraba a la Virgen María Gloriosa, orando el Ave María. Una vez,
pasó un santo Monje, al que el Soldado ordenó que fuera asaltado. El Santo Hombre, sin embargo,
rogó a los asaltantes que lo guiaran a su amo, ya que tenía que revelarle secretos. Al llegar al Soldado
pidió convocar toda su servidumbre y escuchar lo que tenía que decir. Habiendo sido convocado la
servidumbre, dijo:
- Ustedes aún no son todos, busquen y todavía encontrarán a alguien.
Y descubrieron que el Cortesano del Soldado estaba desaparecido, y lo llevaron. Entonces el Santo
dijo:
- ¡Es él, a quien estaba buscando!
Al acercarse, al ver al hombre de Dios, se retorció como un sin sentido, girando sus ojos y la cabeza
hacia un lado y el otro, y no se atrevió a acercarse más. Entonces el Santo Hombre dijo:
"Te ruego en el nombre de Dios Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, que digas quién eres y por
qué viniste aquí."
Y él dijo:
"¡Ay ! Estoy obligado a traicionar mi secreto. No soy un hombre, sino que soy un demonio. Y viví
catorce años en el cuerpo de ese Soldado, porque nuestro Príncipe me envió aquí, para que pudiera
observar cuidadosamente el día en el que este miserable descuidaría darle el homenaje habitual a su
María, en Su Saludo Angélico. En ese momento yo lo atormentaría todo el tiempo, y lo habría unido
por la eternidad a nuestra comunidad en el Infierno".
Después de decir esto, el diablo desapareció. El Soldado, al oír estas cosas, estaba aterrorizado, y
postrado al pie del Monje, pidió perdón y cambió su vida. Saludó a la Virgen Gloriosa más
devotamente que antes. Por tanto, todos ustedes, para que la Virgen María os libere de las fosas de
los demonios, honrarla cada día en Su Rosario.
(De los escritos del Beato Alano de Rupe: “El Santísimo Rosario: El salterio de Jesús y de María”.
(Libro 5).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario