2 PRIMERA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA

El día 17 de septiembre de 1588, Hermana Mariana estaba rezando sus oraciones ordinarias a las doce de la noche, cuando de repente, su cuerpo sintió un estremecimiento espantoso y violento que no pudo aguantar de gritar. La llevaron a la cama, su cuerpo fué examinado y se descubrió que en cada palma de sus manos había algo semejante a balas que querían salir. Lo mismo estuvo presente en las plantas de sus pies en el mismo lugar donde Nuestro Señor había sido traspasado por los clavos.
 

En el pecho había una mancha roja y un círculo rojo como si fuese la herida de una espada. La mañana siguiente, el médico la examinó atentamente y dijo que estaba completamente debilitada: la médula de sus huesos se había secado, su cuerpo paralizado. El único movimiento que pudo encontrar fue la palpitación del corazón. Esta enfermedad se prolongó por un año, y en los primeros meses, a los sufrimientos físicos se añadieron los espirituales. Un día, en su cama de dolor, de repente oyó un clamor terrible en la celda. 

Abrió los ojos y vió a una horrible serpiente dando vueltas en su celda, arrastrándose frenéticamente por las paredes, como si alguien la persiguiera para sacarla de allí.
 

Las penas del alma de esta virgen aumentaron, la desesperación se apoderó de su espíritu. Todos los actos heroícos de su vida le parecía como criminales. Sus buenas obras aparecían como obras de perdición, su propia vocación como engaño e ilusión; con lo cual tenía firmada su perdición. En este triste estado interior, cuando le parecía que por la violencia del sufrimiento su alma se desprendía de su cuerpo para caer como plomo en el infierno, se esforzó en gritar:
 

«Estrella del mar, María Inmaculada, la débil embarcación de mi alma naufraga. Las aguas de la tribulación me ahogan. ¡Sálvame, pues perezco!».
 

En cuanto acabó de pronunciar estas palabras, se vió rodeada de una Luz celestial y una mano cariñosa le tocaba la cabeza, oyendo al mismo tiempo una voz que le decía:
 

«¿Por qué temes, hija mía? ¿No sabes que estoy contigo en la tribulación? ¡Levántate y mírame!».
 

La humilde Religiosa, con sus propias fuerzas, se levantó de la cama y vió a una Señora llena de Majestad y Grandeza que respiraba dulzura y amor. Viéndola le pregunto: 

«¿Quién eres, hermosa Señora?».
 

Ella le contesto:
 

«Yo soy la Madre del Cielo a quien invocaste. Desaparecerán las oscuridades de tu mente. Viste lo que es el Infierno. Sientes que ahora te saco de allí para colocarte en el Purgatorio a fin de que termines de purificar tu alma, porque tu Senor y, tu Dios te destina para grandes y felices sucesos durante tu vida (…). Ahora comunico vida a tus nervios, venas y arterias y apartando de aquí a la maldita serpiente».
 

Al decir estas palabras, la enorme serpiente dió un grito horrible de desesperación y se precipitó al Infierno, con tan gran estruendo, que produjo un temblor de tierra en la ciudad y en el Convento. Mariana permaneció en este estado grave de salud hasta principios de septiembre de 1589, cuando en el segundo miércoles de ese mes a las 9:00 horas de la mañana, comenzó su agonía. En ese día, por la mañana, celebraron la Santa Misa en su celda y recibió la Extremaunción.
 

Su agonía continuó hasta el viernes. A las 3:30 horas de la tarde, la hermana Mariana respiró su último suspiro. Su entierro se llevó a cabo el lunes siguiente. La mañana después, las Hermanas del Convento se dirigieron al coro para rezar el Oficio. Cuando llegaron vieron que la Madre Mariana estaba allí rezando.

En 1592, la Madre María, Abadesa del Convento por 15 años, cayó gravemente enferma y la Hermana Mariana fué elegida para ocupar su lugar. Pero después de la muerte de la Madre Fundadora (1593), se formó un grupo de Hermanas rebeldes. Las conspiraciones de estas Hermanas estaban dirigidas a separar los Frailes Menores del gobierno del Convento dando la jurisdicción al obispo de Quito. El resultado deterioro de la vida conventual propagó sufrimientos terribles y las calumnias y acusaciones falsas llegaron al punto de enjuiciamiento por parte de las presuntas Hermanas culpables.

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